—Hermano querido, ¿cómo estás? Ha pasado un tiempo…Almer oprime con fuerza su cerebro tratando de buscar palabras que aminoren o calmen a cierta bestia rubia parada en la puerta.—Kathy ¿Cómo te sientes?Almer abrió y cerró la boca. ¿Lo ignoró? ¿Lo ignoró para concentrarse en esa mujer?—No te preocupes, hoy estuve muy bien, te tengo que mostrar el avance del mural luego…—Vale, vale, sólo acuérdate de buscarme en mi oficina ¿Si? Porque hoy tengo bastante trabajo.—Vale, ¿Qué quieres de cenar?—Lo que quieras comer, para mí está bien.—Voy a cocinar para cuatro personas, voy a tardar un poco más.—No hace falta, los niños ya se van…—¿Cuál niño?—Argo dejó en su lugar la pelota colgante de la cabeza de la escultura —. ¡Soy todo un adulto!—Kathy, ¿Puedes…?Easen, si no terminaba su trabajo en la oficina, lo hacía en el despacho de su casa, así llegaba más temprano y le daba tiempo de cenar con su esposa. Estaba ya bastante estresado y en vez de encontrar a su pequeña esposa feliz, de
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