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73 chapters
Final o no final
Bernard Gray murió en la madrugada del sábado. Benjamín despertó a Benedict con la noticia.Y entonces todo cambió.Benedict se vistió inmediatamente y fue a ver a su abuelo. Luego fue a darle la noticia a su madre. Bernarda estaba desconsolada, aunque sabían que su muerte era algo inminente. Se encerró en su habitación y no quiso ver a nadie. Aurore la oyó llorar a través de la puerta cerrada y deseó poder hacer algo para consolarla, pero sabía que Bernarda no querría verla.Para no estorbar se llevó a Ezra al jardín, pero era consciente de la actividad que había en la casa. Llegó el médico y luego una ambulancia se llevó a Bernard a la morgue. El teléfono empezó a sonar al tiempo que la noticia voló por todo Ambleside. Por la tarde Benedict había llamado a una de sus secretarias para que contestara a las llamadas.Los amigos íntimos de la familia se acercaron por la casa, y de aquellos a los que Aurore conocía solo asistieron los hombres; Luis, Cormac, Cormac, Ernesto, y Dylan más p
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Epilogo
Mansión Hall.Un año después….Por favor, repartan el champán entre los invitados —Ordenó Cormac y suspiró cuando los meseros acataron la orden. Se aflojó un poco el cuello de su esmoquin.Todo está perfecto, cariño. Relájate.El menor de los hermanos Hall giró sobre sí para ver a su esposa. Caroline se acercaba a él con una sonrisa en la cara que hizo que el hombre sintiera una alegría desbordando de su pecho y que los ojos se le iluminaran.Cormac extendió los brazos y su primogénito lo imitó.Armand Hall, de un año de edad, se veía muy guapo con su diminuto esmoquin y sus hoyuelos marcados por su chispeante sonrisa.¡Papá! —Balbuceó mientras el rubio lo alzaba por los aires y lo hacía reír.Parece ser que somos los primeros del grupo en llegar.Cormac dejó de jugar con su hijo para mirar a los recién llegados.¡Beatrice—, Cormac!Los mencionados sonrieron. Beatrice alzó la mano, en forma de saludo, mientras se aferraba al brazo de su pelirrojo novio. Tras mucho sufrir, tras tanto
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Epilogo (Extra)
Me senté en una tumbona y se sentó sobre mí. La calidez de la fogata todavía nos alcanzaba. Escuchábamos perfecto el quebrar de las olas en unas rocas cercanas, también la charla de Aurore y los otros dos, así como lo que ocurría con el resto frente a nosotros.Me entretuve acariciando su pelo.—Aurore se durmió, no quiso jugar conmigo, ¿crees que se lo pedimos a los Dioses demasiado tarde? —me dijo, viéndolos.Casi sentí un nudo en la garganta. Yo había roto corazones muchas veces, a propósito, incluso, y sostener a mi hijo mientras el suyo se rompía por primera vez, me hizo desear que no pasara por eso.—Tal vez. Pero… estoy seguro que lo superarás.—¿Cómo lo sabes? —sus ojos estaban mojándose cuando volteó a verme y me obligué a sonreír.—Todos lo hacemos.—¿También te pasó?—Oh, sí. Tu madre trapeó el piso conmigo más de una vez –El hizo un puchero —Pero te quedaste con ella— volvió a recostarse sobre mí.—Bueno, sí, pero la pasé realmente mal, pasaron años –—Cierto— terminó por
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