Aranza despertó cerca de las 10:00 am, su mirada se llenó de cierta luz, luego de recordar lo que había sucedido entre ella y Ernesto, giró su rostro y abrió sus ojos de par en par al no ver a su pequeña acostada con ella. De inmediato se puso de pie, sujetó su larga cabellera y salió del lugar, asustada. —¡Aby! —exclamó caminando a prisa hacia la sala, entonces, observó a Ernesto en el comedor, dándole su desayunó. Ernesto al verla llegar, esbozó una cálida sonrisa, que iluminó su aceitunada mirada. —No quería que te despertaras, estabas profundamente dormida, que no escuchaste cuando Aby despertó, lloró un poco —explicó—. Fuí por ella, le di un poco de leche y nos acostamos a ver las caricaturas un rato —refirió—, después preparamos el desayuno —indicó. Aranza separó los labios al escucharlo, luego dirigió su mirada hacia su cuerpo y se dio cuenta que él ya se encontraba duchado y cambiado de ropa. —¿Quieres un poco de café? —Ernesto cuestionó, sin dejar de mirarla en ese pijam
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