Poco a poco el tiempo pasaba y las cosas ya no eran igual, ella se deterioraba cada minuto, segundo, tras cada inhalación de viento fresco.Era lunes por la tarde y Ángel apenas y podía mantener abierto los ojos. Llevaba rato mirando sus movimientos en cuanto noté que tardaba en comprender los ejercicios que colocaba el profesor de matemáticas.Usualmente ella muy lista y los terminaba de primera, entregaba y se sentaba de nuevo para molestarme. Pero ese día era diferente, puesto que se sentó tras de mí en completo silencio y cada dos minutos luchaba con no caer de cara contra la mesa.—Muy bien chicos, retirense. —Indicó el profesor dando la espalda y borrando todo lo escrito en la pizarra.Guardé mis cosas y voltee, Ángel se había dejado vencer por el sueño y caído dormida con los brazos cruzados y su plumón manchando el rostro.—Piss.. Ángel... —Dije bajito, con miedo de interrumpir uno de esos sueños de placer que por lo general se tienen los días de lluvia.—Ya acabo la clase, ¿p
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