Isabela se sentía como un bicho fuera de lugar rodeada de aquellas personas, donde no conocía a ninguna de ellas. No eran muchas, la verdad. Después de salir de la ceremonia de casamiento, con el peso del frío material del anillo en su dedo, se habían dirigido directo al restaurante que su ahora esposo había contratado. Allí los esperaban, como le había dicho cerca de 20 invitados de clase alta, conocidos de él. Muchos de ellos que habían dejado regalos caros como ella había podido percibir encima de una de las mesas.Sin embargo, Isabela no estaba familiarizada con la forma de hablar de ellos, ni cómo comportarse de forma tan… refinada, como la mayoría de las mujeres que de lejos se les olían los millones. Ella era una simple chica, que había tenido que luchar toda una vida. Aun así, no bajó la mirada en ningún momento y aunque no habló tampoco tenía una leve sonrisa en sus labios, aunque su cuerpo estaba sumamente tenso debajo del vestido de novia y los zapatos de tacón le estaban a
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