Camino por la ciudad hasta encontrar una pequeña tienda de disfraces en medio de la ciudad. Al caminar se me ha ocurrido una idea, ese hombre testarudo no puede simplemente encerrarse en su burbuja, este es uno de los malos ratos que tenemos que enfrentar, no voy a dejarlo solo justo ahora. —Señorita, ¿puedo ayudarla en algo?— una señora de mayor edad pregunta cuando me ve mirar los anaqueles desde afuera. —De hecho, sí, le haré una pequeña sorpresa a mi novio pero no me tiene que reconocer, necesito un buen disfraz que me ayude con eso—trato de parecer relajada, ella me mira con una sonrisa traviesa y me hace seguir hasta adentro del local, la veo buscar entre toda la tienda y sacar un par de prendas de distintos estantes, las analiza un poco antes de mirarme y después sonríe abiertamente para tenderme las bolsa
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