Al día siguiente me desperté, pude escuchar ese horrible sonido que tenía mi despertador, en realidad no sé por qué nunca había puesto un mejor sonido, al parecer era un tanto masoquista con mis oídos. Sentía que mi cuerpo estaba con nuevas energías por lo que me levanté de la cama y observé en el piso todo lo que había regado ayer a la hora de acostarme y noté que estaba mi celular boca abajo, lo tomé, pero estaba descargado por lo que busqué inmediatamente el cargador.Escuchaba el sonido del aceite en las cazuelas de mamá, pues ella era excelente cocinando lo que sea, todo lo contrario conmigo. Esa era una de las cosas que extrañaría de mamá si me iba de casa, así que me miré en el espejo de mi habitación, me peiné un poco y bajé.—¡Buenos días, mamá! ¿Qué tal amaneces?—pregunté. En ese sentido desde pequeña me habían enseñado muy buenos modales por lo que era costumbre saludar cada vez que me levantaba y miraba a mamá.—¡Bien, cariño! Estoy haciendo desayuno, ¿comerás?—me preguntó
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