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Todos los capítulos de Los Bebés Sorpresa del CEO: Capítulo 21 - Capítulo 30
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¿Por qué me siento tan mal?
Frederick Serena me acarició el cabello y me besó en los labios. Trató de abrírmelos con la lengua, pero no los moví con la esperanza de que entendiese que no era el momento. Sin embargo no lo hizo y cuando me desabrochó lentamente los botones de la camisa para deshacerse de ella, le alejé la mano con delicadeza. Odiaba tener que rechazarla, porque era consciente de lo sensible que era, sin embargo no me dejaba otra opción. Suspiró decepcionada. Verla llegar a la casa que compartía con Leah fue una sorpresa, aunque debí suponer que se preocuparía al saber lo terrible que me sentía después de que Leah tomase sus cosas durante la madrugada hacia unos cuantos días luego de la fiesta y se fuese al estudio de su amiga, aún furiosa por lo ocurrido entre nosotros. —Estoy muy preocupada por ti. —Se dio la vuelta y me cogió la cara entre las manos—. Empiezas a asustarme. — ¿Por qué no tengo deseos de acostarme contigo? —Puse los ojos en blanco. —Ya te dije que estoy agotado y la verda
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Daniel quiere una oportunidad
Leah Miré la agenda y me di cuenta de que me faltaban más de la mitad de las reuniones para acabar el día, poner mis asuntos en orden antes de marcharme, iba a ser más difícil de lo que creía y considerando todos los asuntos pendientes, entendía que al menos debería postergar el viaje un mes. Solo un mes y sería libre. Aunque soportar ese mes se convertiría en todo un desafío. Parker me había llamado para decirme que Serena había pasado la noche en mi casa y en la misma habitación de mi esposo, completamente indignado. Y aunque suponía que eso pasaría, tener la certeza de que lo de ellos era oficial, se sentía como un cuchillo caliente clavado en mi costado. Incliné la cabeza para apoyarla sobre el respaldo de la silla, cuando alguien toco la puerta. Miré la agenda y vi que tenía una reunión programada con papá para después del almuerzo, por lo que supuse que sería él, deseando adelantarla para tener el resto del día libre. No estaba exactamente feliz por tener que regresar al f
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¡Nunca voy a dejarte libre!
Leah Di un respingo de espanto al verlo entrar sofocado y más alterado de lo que nunca lo había visto. — ¿Qué es lo que estás haciendo aquí? ¿Y quién te dio el derecho de entrar a mi despacho sin golpear la m*****a puerta? Frederick me miró con el rostro desencajado de ira, como si no entendiese porque lo trataba de esa forma y eso lo enojara mucho más de lo que podía soportar. — ¡Debe ser una broma! Te marchaste a hurtadillas mientras dormía hace más de una semana y ni siquiera tuviste la delicadeza de enviarme un mensaje de texto para avisarme si estabas bien. Tuve que enterarme por tu abogado que me dabas un ultimátum para firmar los malditos papeles de divorcio…Me podrías decir, Leah… ¡¿A qué coñx ha venido todo eso?! —Rugió furioso. Contuve el aliento durante unos segundos que parecieron eternos, luego de que en las paredes replicasen la voz áspera de mi ex esposo. Entonces vi de soslayo como la expresión de sorpresa absoluta de Daniel mudaba en un instante a la de rabia
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Una Familia de Cuidado
Frederick Me bajé del coche hecho una furia y subí los escalones de la casa donde vivian mi madre y mis hermanos a grandes sacadas. Me detuve ante la enorme puerta blanca unos segundos, pero de inmediato pensé que esa también era mi casa. Pagada y sostenida por un matrimonio que les había proporcionado todo lo que pudiesen desear, algo a lo que ni siquiera podíamos aspirar cuando mi padre estaba con vida y sus negocios aun eran prósperos. Por lo que decidí pasar de timbres. Crucé la puerta y entré al vestíbulo cuando mi madre y mi hermana aparecieron, listas para salir. La sorpresa cruzo el rostro de ambas, sin embargo enseguida me mostraron una encantadora sonrisa y se acercaron para saludarme.—Hijo, no esperábamos tenerte hoy por aquí. Creímos que no aparecerías hasta que los rumores se disiparan un poco. Estas sema
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Asuntos Pendientes
Leah Incline mi cabeza una vez más sobre el retrete, aquella era la tercera vez después de haber prácticamente devorado la segunda porción de pastel Red Velvet que se me había antojado justo cuando pasábamos frente a una pastelería por la tarde con Henry. Me sentía terrible y no solo había sido por el pastel, también el aroma a calamar me había provocado deseos casi incontrolables de correr al tocador para abrazarme inevitablemente al retrete durante el almuerzo con un grupo de inversionistas de Koch Tecnología. Una vez las náuseas me obligaron a retorcerme en el suelo. Me había colocado un bonito vestido, aunque solo deseaba ponerme el pijama, acostarme y no volver a levantarme en lo que restaba de la semana, lo único que quería en el mundo era taparme hasta las orejas con el edredón. Me incorpor&eacut
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Cuánto Duele la Verdad
Frederick El señor Koch abrió la puerta de su despacho y me invito a entrar con un gesto de su mano. Una vez adentro me señalo uno de los elegantes sillones negros que estaban frente a su escritorio de cerezo. Él se mantuvo de pie, observándome con detenimiento, como si desease adivinar qué era lo que estaba pensando, cual era mi jugada o que deseaba a cambio de firmar, todos parecían querer lo mismo, menos yo. Por primera vez en mi vida quería algo y todo parecía interponerse. Apoyó su cadera contra el filo del mueble y se cruzó de brazos. —Espero que no te importe hablar conmigo un momento —me miró con ojos negros, sombríos e inescrutables. Asentí con la cabeza ligeramente sin saber muy bien que debía decir, o si era mejor callar. De pronto no importaba si media un metro noventa, me sentía mu
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Noticias Inesperadas
Frederick Solo había bajado unos cuantos escalones cuando vi a Leah en el vestíbulo. Se veía preciosa con ese vestido rosa que había elegido con los hombros descubiertos. Su piel resplandecía y su cabello negro caía como una mata sedosa sobre los hombros. Cada centímetro de ese maldito vestido se ajustaba perfectamente a sus curvas y me daba una visión privilegiada de sus voluptuosas caderas, de sus generosos pechos, y ese trasero redondo que lograba que me empalmara en cuestión de segundos. Tenía la sensación de nunca la había visto antes, como si durante todos los años de casados hubiese tenido una venda en los ojos. Arthur se había quedado petrificado en el relleno de la escalera y Leah se dio la vuelta para verme de forma escrutadora cuando me escucho bajar a toda prisa. Ni siquiera necesitaba  dar un paso más para saber que algo rea
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Es una amenaza, cariño
Frederick — ¿Cuándo me lo pensabas contar? —Pregunté con aspereza cuando Serena, mi madre y mi hermana entraron al salón. —O mejor dicho ¡¿Por qué carajos se te ocurrió irrumpir en la casa de mi esposa para lanzar toda esa mierd@?! —Serena abrió los ojos de par en par al escuchar mis palabras. —Frederick —Me reprendió mi madre. —Está embarazada, no puedes tratarla de ese modo. — ¡Me importa un comino! Quiero que me responda en este instante…—Las miré a las tres con rabia, apretando los puños a los costados, siempre mantenía el control de la situación, pero desde que Serena había vuelto a entrar en mi vida todo estaba patas arriba y de no de una buena forma. Todo ese amor y cariño que le había tenido, poco a poco se estaba transformando en rencor. — &
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¿Dónde está Leah?
Frederick Tardé un segundo en procesar que era lo que estaba haciendo, había salido como un loco de la casa de mi madre para ir a buscar a Leah. Seguramente estaba furiosa conmigo, cuando me viese me insultaría, me echaría a patadas a la calle y con justa razón luego del escándalo que habían montado ese par. Luego de horas de discutir con ellas entendí que no llegaríamos a nada y que lo mejor era irme lo más lejos posible. Sin embargo, aún así necesitaba encontrar a Leah y pedirle perdón, saber que todavía teníamos una oportunidad. Estacioné mi coche sin ningún cuidado frente al departamento en donde vivía y bajé a toda prisa. Aporreé la puerta con el puño cerrado. —¡Leah! ¡Soy yo, Frederick! ¡Ábreme por favor! —Grité desesperadamente sin
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Una sorpresa, no tan inesperada...
LeahEl dolor y la rabia se agolpaban en mi pecho destrozando mi interior como lo haría un martillo de demolición. Que estúpida había sido, pensando que Frederick tendría los pantalones para enfrentar a todos, para elegirme. Claro que no lo haría, claro que saldría como un perro faldero detrás de esas brujas. Él me había mirado una vez antes de irse, yo estaba segura de que mi rostro mostraba lo que sentía, sin embargo él solo había suspirado con resignación. Como diciendo que nunca había querido hacerme daño, pero vaya que si me destrozo, pedazo a pedazo. Lo peor no había sido verlo irse con ella, lo peor es que ni siquiera fue capaz de mirar hacia atrás. Fue entonces que por mucho que me doliese, yo también haría lo mismo, me alejaría de él sin mirar atrás. Por eso había tomado e
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