Esa mañana, Dan decide que quiere aire fresco, necesita caminar por el parque y recordar viejos tiempos, cuando se escapaba de la escuela o simplemente no iba, para irse a sentir un poco de libertad. Tiene en la mente aquella época, cuando se sube a su auto y conduce directo al Lincoln Park, sin decir nada a nadie. Se mete por donde le gustaba ocultarse de joven, se imagina allí, jugando a las escondidas con su hijo, cuando escucha un niño regañar. -¡No, es mía! ¡Le voy a decir a mi mami! Se apresura a seguir las voces, hasta que llega a la otra salida de aquellos árboles, donde un delincuente le acaba de robar la mochila a un niño de unos cuatro años, que corre hacia alguien y grita. -¡Mi mochila, mami! – no puede ver a la mujer, pero el delincuente corre en dirección a ellos y él hace lo que debe, pero el grito de la mujer le llama la atención -. -¡Abrázame! – grita ella y él reconocería esa voz aun estando sordo -.
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