Rosse no se sentía nada bien, la cabeza le daba vueltas y sentía que había caído en un pozo de fuego y la estaban quemando a carne viva, trataba de levantarse, pero toda clase de movimiento era en vano, por momentos sentía que calor infernal y otros un frío que le congelaba hasta las pestañas, entonces escucho el timbre del intercomunicador sonar una y otra vez, pero, aunque quería levantarse era imposible, sus ojos se cerraban, pero cuando pasados los minutos oyó un ruido en la puerta, tomo fuerzas de donde no había, trato de atarse más la bata de seda que aún traía color blanco que dejaba ver un poco de su ropa interior y se arrastró por las paredes de la habitación hasta llegar a la sala, pero cuando vio quien había entrado en su departamento en su sacrosanto espacio personal no pudo evitar señalarlo con el dedo, pero eso fue algo que a duras penas
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