Quiero despedirme diciéndoles que Víctor y Felicia fueron felices, como corresponde porque aprendieron a vivir, sentir, amar, perdonar y a sufrir con dignidad, porque la vida no está exenta de esos golpes duros ni de decepciones; sin embargo, con amor y con una buena fe cimentada todo se puede sobrellevar. Eso lo aprendieron en su caminar como esposos y padres, lejos quedaron los malos recuerdos, el engaño, la malicia y la decepción y sobre todo el recuerdo de aquella mujer que tanto daño le hizo a Víctor y de cierta manera a ella. Ahora todo era un recuerdo que le sacaba sonrisas a Felicia y una anécdota para contarle a sus hijos cuando crezcan. Fin Fabiola Villalta La Pluma
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