Aquel sonido agudo e intermitente invadía con sus delgadas y desafinadas hondas la oscura habitación en la que se encontraba. Sentado sobre una incómoda banca de madera, se hallaba una enorme bestia peluda y café. Sus ojos marrones, se clavaban sobre una gigantesca hacha que sostenía con la mano izquierda, mientras la derecha le pasaba una piedra cuadrada para darle filo. El movimiento se repitió un par de veces más, antes de que el minotauro se levantara. Al levantarse, dejó el arma a un lado para terminar de ponerse la coraza y hombreras. Después tomó su hacha y salió de la habitación. Recorriendo los pasillos del castillo en el cual vivía, llegó a la habitación de la princesa a quien servía fielmente. Pero al tocar la puerta notó que la princesa no estaba, así que le preguntó con un par d
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