Me adentro en el auto que Hernández conduce y Bruno me toma de la mano sin decir nada. El camino me parece eterno.—Tengo asuntos que atender, nos vemos en unos momentos —dice Bruno y asiento dejándolo con Marcelo.Subo las escaleras a toda velocidad hasta mi estudio y cierro la puerta. La atoro con el mueble y tomo un lienzo. Comienzo a pintar… es un espejo. Soy yo en un espejo, pero este se rompe, y de el sangra… sangro.La pintura refleja todo lo que siento, cada herida, cada lágrima. Tomo una bocanada de aire y sigo… hasta que escucho el primer llamado a la puerta.—Vanessa, amor— ¿Cómo puede llamarme de esa manera?, lástima, es lástima. Vuelve a llamar pero no atiendo, tengo que terminar esta pintura.—Vanessa, soy Tomás, ¿estás bien? —carraspea—. Solo queremos saber si estás bien.—Estoy bien
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