M O R G A N—Besame la mano, niña—suelta el señor que tengo delante como si fuera de repente el dueño del lugar.Miro a mi secuestrador.—Que sepas que pronto tendrás a los Rosemonde aquí, no te gustará conocer a mis tíos—afirmo convencida.Ante ese gesto el señor parece enfurecer.—Maldita mocosa, eres una Ross. No una Rosemonde—responde él al borde de un ataque de nervios—Soy tu jodido abuelo, Hugo Ross—añade.Yo lo miro intentando no mostrar ninguno de los sentimientos que estaba sintiendo, intentando no mostrar que con tan solo escuchar ese apellido los torbellinos que arrasan en mi pecho, intentando no mostrar ni por un segundo mi debilidad.—Papá, ya vale—y habló el único que podría hacer de este día aun más miserable, Keegan Ross. Sigue siendo igual, los años no le han pasado factura, sigue teniendo ese aire de chico malo a pesar de la edad, sigue siendo ese hombre que sedujo mi pobre corazón dolido, uno que solo ansiaba ser custodiado por un padre.—Haber educado mejor a tu hi
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