Acababa de experimentar uno de los momentos más placenteros de mi vida, y después de ello, no pude salvo derrumbarme sobre el pecho del hombre, que subía y bajaba trabajosamente, disfrutando aún de los últimos coletazos de pasión. Pensé que depsués de esa experiencia, él me dejaría en el suelo, y yo me caería, pues dudaba mucho de que mis rodillas pudieran sostenerme,pero afortunadamente no entraba entre sus planes soltarme. Se giró conmigo aún abrazada a su cuello, caminó torpemente en dirección a la cama que había en el cuarto, y cuando estuvimos lo suficientemente cerca, me tiró sobre el colchón. Me lanzó suavemente, podría decir que él se estaba conteniendo, lo notaba en la tensión de sus brazos, y en la forma en la que me cargaba. Quedé boca abajo, con el pecho rozando la suave tela de satén de las sábanas, y durante unos segundos, gocé de la satisfacción de descansar sobre aquel mullido lecho. Pero la tranquilida
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