Una mano suave, que le tocaba de forma vacilante, penetró en su borrachera. Tan suave y tan relajante. Le recordó cuando era un jovencito en las rodillas de su madre. Su madre le leía y le enseñaba a hacer cálculos. Lo elogiaba y le acariciaba los suaves rizos de la cabeza cuando hacía las cosas bien. La pequeña mano que acariciaba su muslo, y ahora, su pelo, era como un bálsamo calmante para su alma herida. Para su cabeza enloquecida. Uno por uno, sus demonios comenzaron a retroceder. Uno por uno, los recuerdos oscuros comenzaron a desvanecerse. Aflojaron su feroz control sobre él, solo un poco. Por primera vez, fue consciente de su entorno. Del cuerpo suave y tembloroso que tenía clavado en la pared, empujando salvaje y hambrientamente dentro de ella. Danika. Aflojó el agarre de su pecho, pero su control seguía siendo un desastre. Solo ralentizó sus movimientos, pero no se detuvo. No podía. Él apoyó su cabeza sudorosa en el lado de su cara. "¿Danika...?". Respiró por pr
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