Narra Maia.¡Qué humillación! El Lors, esté, se quedó tieso como un rígido y muy feo palo, mientras yo mordisqueaba sus labios como lo he hecho con Paul, quien siempre me responde al beso, este, en cambio, me miraba, sin hacer o decir nada, así que ofendida. Me aleje de él como si tuviera veneno en los labios y evite mirarlo a los ojos, odiaba ver qué se mostrará divertido.—Eso fue genial—, me permití verlo, asentía con aprobación, pero por una extraña y tonta razón podía leer en su rostro que decía «qué diablos fue eso», mientras se tocaba la boca, — vas aprendiendo, para todo hay una primera vez y para ser inexperta me mordiste, eso es un avance—, y juro que lo matar&eac
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