LX. Ocaso
—¡¿Qué?!— exclamé, alterado. —¿Por qué? No hay manera en la que... —Tony.— Wendy llamó mi atención. —Jas tiene razón en esto. Es mejor que lo hagamos discretamente. Si avisamos a los investigadores, ellos irán directamente, entrarán por la puerta principal, y encenderán muchas alarmas. Si... si tus papás están bien en ese momento... es casi seguro que los tomarán de rehenes. Es mejor si vamos nosotros. Aunque su voz era firme sin ser agresiva, no estuve dispuesto a siquiera considerarlo. —Discúlpame, Wen, pero ¿entiendes lo que están diciendo? No somos profesionales, es más seguro que nos terminen descubriendo y nos maten, o mínimo que nos hagan algo. Y entonces todas las esperanzas están perdidas. Además, ¿por qué ustedes querrían tomar ese riesgo de todos modos? Soy yo el que debería hacerlo en todo caso. Son m
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