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Todos los capítulos de Entre Sombras y Tormentas: Capítulo 121 - Capítulo 130
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117. Dolorosos Recuerdos
Por la madrugada.   Alondra abrió sus aceitunados ojos de golpe, al escuchar el rechinido de la puerta, entre la oscuridad del lugar, no pudo distinguir de quien se trataba, sin embargo su corazón se agito, sintiéndolo retumbar con fuerza.   —Alondrita.   Aquellas palabras la hicieron estremecerse. De inmediato se enderezó recargando su dorso en la cabecera de la cama, giró buscando a Álvaro, pero no logró tocarlo, ya que las manos de Juanjo se posaron en el acto en su delicado cuello, haciendo presión.   Alondra abrió los ojos de par en par al sentir que no podía respirar, intentó alejar sus manos, pero la presión que causaba en ella, lo impidió, entonces sus piernas comenzaron a moverse con desesperación. Una lágrima solitaria corrió sobre sobre su rostro. ** —Alondra, mi vida despierta por favor. —Álvaro agitó su cuerpo, al escucharla j
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118. Precaución
Whistler, Canadá.   Para poder relajar su mente, Álvaro decidió salir con su familia al visitar la villa,  en compañía de la madre de Daniel y sus hermanas. Mientras caminaban por las calles.   —Estoy considerando que vayamos a esquiar, mañana. —Álvaro señaló hacia una de las montañas que los rodeaba, completamente emblanquecida por las nevadas.   Alondra observó la gran altura, por lo que abrió los ojos de par en par.   —Debe ser algo difícil —expresó.   —Te aseguro que con este maestro, no tendrás dificultad en hacerlo. —Guiñó un ojo—, es buen momento que mis chicas aprendan.   —Agradezco tu intención de enseñarnos, mijo, pero yo prefiero subirme al funicular —Doña Ofe intervino—, estoy segura que por ahí puedo encontrarme algún galán. —Sonrió coqueta.   —Pues no se diga más, solo no te alejes mucho. —Álva
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119. La Trampa
San Felipe de Agua, Oaxaca.   Faltaban un par de calles cuando las camionetas se detuvieron,  indeciso Juanjo, dudaba si ser él quien entrara a esa casa, para llevarse consigo a Alondra. Observó las fotografías de la joven que le habían dado, entrando y saliendo de la fábrica o recargada en el barandal de la terraza, por lo regular sola, otras veces acompañada por Saraí o Azul.   —Creo que es momento de hacer las cosas por mí, para que salgan bien— Miró a Luis, quien iba manejando.   —Se me hace muy arriesgado, pero tú eres el jefe —respondió.   —Será lo que tenga que ser, que yo no espero nada de esta vida. —Dirigió su mirada hacia la parte de atrás de su camioneta. — ¿Cómo te llamas? —le preguntó.   —Soy Rene Trejo, patrón —Mintió en el apellido.   —Te voy a recompensar por el buen trabajo que has hecho, al haberla ubicado, ¿y
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120. Una terrible verdad
Whistler, Canadá Álvaro observaba la luna, desde la ventana de la habitación donde se estaban hospedando. Giraba un centavo, sobre su mano, la cual tenía un valor muy significativo, pues la llamaba la moneda de la suerte, ya que su abuelo se la había obsequiado. Se encontraba muy preocupado por Arnulfo. Colocó una de sus manos sobre su rostro. Miró su reloj como lo había estado haciendo durante las úitimas horas, siendo las 4:40 am.   — ¿Qué sucede?    La voz de Alondra, lo sacó de sus pensamientos.   —No puedo dormir.   —Te observé durante la reunión mirar hacia tu reloj, varias veces. Sé que algo te preocupa, no eres de las personas que estás, pendiente del tiempo, además tu mirada me lo dice todo. —Alondra lo escuchó exhalar. — ¿Es sobre Juanjo, verdad?   —Así es, estoy esperando noticias de mi tío.    Alondra se acercó hacia Álvaro, colo
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121. Atrapado
San Felipe del Agua, Oaxaca.   Horas antes de la captura.   —Híncate —Arnulfo ordenó, apuntando a su cabeza. — ¿Estás bien? —. Se dirigió al agente al que había disparado Juanjo y se comenzaba a reincorporar.   —Sí, señor —respondió, abriendo la chamarra que cubría su chaleco antibalas.   — ¡Híncate! —volvió a gritar. —Arnulfo se acercó oprimiendo la herida que tenía en el hombro Juanjo, al no hacer lo que él le ordenó.   —Será mejor que acabes en este preciso momento conmigo, porque si no lo haces, no habrá vida que te alcance para esconderte de mí— Juanjo lo miró con toda furia que tenía contenida.   —Mira infeliz. Si yo te matara en este mismo instante, sería como premiarte y yo no premio a los bastardos, como tú— El teniente le sostuvo la mirada.   —Desde la cárcel, yo podré seguir operando, con toda
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122. La Entrega
Álvaro caminó entre la blanca nieve, durante un buen tiempo, tratando de encontrar la tranquilidad necesaria, para poder pensar con claridad; sin embargo los recuerdos de aquellos 2 terribles años que vivió, pesaban más. Esa marca que había en él, ensombreció el momento. Luego de percibir que le faltaba el aire se sentó en una banca.   Desde ahí comenzó a evocar cada momento que tuvo que pasar, desde los años de soledad, tras descubrir la infidelidad de Amanda. Luego de algunas sospechas sobre la actitud de ella, la llevó a investigarla, entonces Edmundo descubrió la aventura que vivió con Benjamín.   Le costó tiempo reponerse, fue cuando buscó protegerse con una dura coraza, además de tomar distancia con la familia y con el mundo. Después de eso recordó la angustia al saber a su hija en peligro, hasta tener que abandonar a la mujer que había llenado un gran vacío en su vida.   —Te desprecio tanto, Benjamín—Álvaro inhaló
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123. Sin Peligro
  Whitsler, Canadá.   Paula María, abrazaba a Nala, desde la sala de la casa de Silvia, esperando con ansias poder ver a su familia.   — ¡Papá! —la pequeña, corrió al verlo entrar, quien la recibió entre sus brazos y la cargó.   Álvaro aspiró el dulce aroma de su hija, quedándose unos minutos abrazándola.   — ¿Te sucede algo, papi?   —No cariño— La miró con nostalgia.   Agradeció a Silvia y su familia por haberse hecho cargo de su pequeña, y se retiraron hacia la cabaña. Tocó a la puerta de su abuela quien se encontraba más tranquila, entonces dejó a su hija y a Nala, con ella.   Al ingresar a la habitación observó a Alondra sentada en el suelo, recargada sobre la pared, abrazada a sus rodillas. Álvaro sintió que se le partió el corazón, al ver a su chica, así. Se acercó a ella colocándose en cuclill
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124. Recuerdos y Sombras
Alondra acababa de subir a su habitación después de escuchar de boca del teniente Arnulfo, que ya no había que temer. Con sentimientos encontrados se sentó sobre su cama, recargando su cabeza sobre la cabecera, liberó un par de lágrimas que tenía contenidas.   —Nunca se podrá borrar el daño que causaste, Juanjo. Ni con tu muerte. —Tomó un pañuelo desechable de la mesa de noche, para limpiar su rostro.   Álvaro ingresó a la habitación, la observó que estaba con los párpados cerrados, sujetando una cadenita que traía sujeta a su cuello.   — ¿Todo bien, mi bella?    La joven abrió su acuosa mirada.   — ¿Y esas lágrimas? —Álvaro se acercó a ella.   —Recordaba a Nora. Ni estando muerto Juanjo, ella podrá regresar. Jamás podré volver a tener una conversación o un abrazo de mi amiga. Hace ya casi 3 años de su partida y a mí me sigue haciendo mucha falta. —Sollo
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124. Corazón de Miel
Temetzontla, Tlaxcala.   Una semana después.   La familia Alvarado y Edmundo viajaron a horas de la madrugada hacia la ciudad de Tlaxcala, luego de 2 horas y media de viaje, llegaron al pueblo que se encontraba en la cima de una montaña. Eran las 7:30 am, siendo principios del mes de noviembre.   Al transitar por las precarias calles de ese poblado, pudieron observar la densa neblina por todos lados. Edmundo condujo muy despacio al no tener una completa visibilidad. Al descender del auto, Alondra tomó de la mano a Pau y Álvaro ayudó a su abuela a salir. Miraron con tristeza la sencilla casa de la familia de su amiga. La mirada de la joven se cristalizó.     —Las cosas van a mejorar de aquí en adelante, te lo prometo. —Álvaro besó la frente de su novia.   — ¿Por qué estamos en este lugar, que hace tanto frío? —Pau inquir
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126. Dulces Lazos
Álvaro bebió un sorbo de aquel delicioso café que Yesenia, les preparó.   —Me gustaría que nos permitiera apoyarlos —él mencionó—. En todo lo que requieran.   — ¿Acaso están intentando limpiar culpas? —Esperanza externó.   — ¡Mamá! —Yesi exclamó avergonzada.   Edmundo se atragantó al escucharla, entonces comenzó a toser.   — ¡Claro que no! —Doña Ofe respondió ofendida—, no somos de esa clase de personas —mencionó.   —Esperanza sino habíamos venido a visitarlos, es porque la vida de Alondra corría peligro —Álvaro informó—, ese infeliz, secuestró a mi hija, para alejarla a Al, de mi lado—. Vivimos un infierno.   Los ojos de Perita se abrieron de par en par al escucharlo.   —No lo sabía. —Se puso de pie.   —Ustedes nos importan —Alondra dijo—. Lamento mucho que pareciera que no era así, pero las cosa
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