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45 chapters
Diecinueve
XIX. Sorpresas.Esos días habían sido sorpresa tras sorpresa. Primero, la humana pelirroja se le había escapado, segundo; la siguió, cosa que todavía se cuestionaba, y tercero; ella llegó a un lugar que parecía no existir, pues no expedía aroma o emitía ruido alguno, eran solamente un montón de enredaderas y arbustos. La joven cazadora se metió ahí y desapareció de sus sentidos como por arte de magia. Si no fuera por lo que vio, habría admitido a viva voz que se le había esfumado en las narices.La cuarta sorpresa fue adentrarse en ese lugar sin meditarlo ni un minuto. La quinta que inmediatamente fue derribado por la humana, quien le puso una roca afilada en el cogote. Otra sorpresa sería enterarse más tarde que era una cazadora experimentada. Y la sexta fue el panorama ahí adentro; una anciana minúscula de mirada agria, un hombre corpulento que medía más de dos metros y una mujer que le observaba con asombro y temor. Hacía tiempo de que no veía ta
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Veinte
XX. Necesidades y objetivos. Desde el día en que los monstruos destruyeron todo lo que conocía, se instaló en ella una frialdad inconcebible que la hacía ajena a cualquier tipo de dolor que no fuese el suyo. Incluso el dolor de su hija le era impropio, pues la había dejado a su suerte hace más de dos décadas con el respaldo de unos simples polvos y no tenía idea de ella desde entonces.La chamán admitía su egoísmo con serenidad pero sin verlo como algo negativo, pues le señalaba muy bien sus objetivos. Lo que pudiese distraerle o entorpecerle no servía, por lo que debía desecharlo. Tampoco es que fuese una persona con intenciones oscuras o maldad intrínseca, simplemente miraba hacia adelante sin dejar de avanzar, no importándole a quién aplastara en el camino.Muchos monstruos habían perecido atravesándosele y ahora esa niña que había robado también lo haría.Era más
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Veintiuno
XXI. Nuestras sendas.La situación era por lo mínimo extraña. Más que eso, era incómodo y todos los presentes lo sabían, sólo que algunos lograron sobreponerse, como Nilah, que se acercó a su amigo en un ambiente de secreteo. —¿Quién desapareció?—Una de las lobitas más pequeñas, no recuerdo su nombre, pero no debe tener más de cuatro años —informó Darío recordando a la pequeña. Allí llegaban muchas huérfanas, por lo que tampoco sabía su origen o quién cuidaba de ella—. Era una de cabello café y ojos grandes, la que olía a flores.—Sé más específico, Misha. Todas las niñas huelen a flores.—¡Joder, no sé! ¡No tengo memoria fotográfica como tú! ¿Cómo voy a distinguir a un montón de cachorras si todas se ven iguales? Sólo me acuerdo de su olor. La única vez que la vi, usaba dos trenzas y andaba con una canasta.—Ya sé quién e
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Veintidós
XXII. Protectores.Una pequeña niña tiritaba de frío acurrucada junto a un tronco. Sus ojos vidriosos reclamaban por afecto y atención, enmudecidos por el reglamentario voto de silencio que desde nacida llevaba. Había sido cubierta por vez primera con los polvos que la harían invisible por el resto de sus días, y sus diferentes ingredientes le estaban causando estragos tales como fiebre y comezón. Su madre, ajena a los malestares, daba vueltas alrededor de ella, mirando al Norte, a cualquier lugar excepto su hija. Entonaba unas dulces pero lúgubres melodías, como incitando a alguien a acercarse a la vez que lo espantaba."El lobo aúlla de noche en el bosque,él quiere, pero no puede dormir."La pequeña, al borde de perder la conciencia debido a la falta de energía, divisó un tímido movimiento entre las hojas del suelo. Entrecerró sus ojitos y vio asomar su cabeza a un temeroso ratoncillo, quien también parecía padecer d
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Veintitrés
XXIII. La suerte está echada.[Parte I ] "La venganza de los osos" 23 años atrás.Era un día nublado en toda la extensión de la Gran Zona, pero cada división mantenía su propio clima usual. Era verano, así que en el Norte no nevaba ni llovía, pero comparado a las demás zonas, aquella todavía preservaba el frío en el aire y el agua de los ríos, víctimas del derretimiento de hielo que caía desde las montañas. En la desembocadura del río más macizo de la zona Norte se dividían los territorios de dos especies enemigas. Por el lado del pleno Norte había un grupo de cambiantes lobo y por el otro lado, uno que colindaba con la zona Este y su rocosidad montañosa; los cambiantes oso. Aunque eran criaturas de la misma clase, su mitad animal los enemistaba desde sus parientes más salvaje
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Veinticuatro
XXIV. La suerte está echada.[ Parte II ]"La venganza de Alanna" La joven se secó el sudor de la frente y resopló algo inconforme. El muchacho que hace segundos la poseía la había dejado toda sucia y apenas él acabó, se fue corriendo despavorido, avergonzado de sí mismo. Como era costumbre entre chamanes para ese tipo de situaciones, rasgó los bordes de sus vestimentas y usó los trozos para limpiarse, pues no podría asearse en mucho tiempo, ya que había sido su turno de lavarse el día anterior. Algo malhumorada pero ya repuesta del patético encuentro, emprendió camino de vuelta al centro del clan.Hace un par de días había llovido y eso fue un problema para los chamanes, pues el agua revertía el efecto de los Polvos de Camuflaje. Ella había aprendido a prepararlos hace poco, pues recién estaba entrando a la edad en la cual les enseñaban sobres cosas más complejas. Aquella fórmula les serv
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Veinticinco
XXV. Rojo."Un hilo fino en un gran tapiz, aunque lleno de color, no sabe si él es parte del diseño de la gran creación."El príncipe de Egipto (1998).Habían sido días realmente terribles. Aquel que descubrieron quién era la secuestradora de la pequeña loba y decidieron ir tras su rastro, fue el primero de ellos. Un auténtico fiasco, pues a medida que avanzaban, el rango de búsqueda se hizo más grande y pronto perdieron el rastro. Las lobas estaban en su mayoría furiosas y todo su rencor fue dirigido hacia la hija de la responsable; Níniel.Apenas abortaron la misión comenzó un desdeñoso murmullo entre gruñidos que culpaba a la humana compañera de Nilah por atraer a una bruja a su manada. Qué tal vez era una humana resentida, qué quizás hasta lo había planeado, qué probablemente les había hecho un maleficio, qué después de aquella vieja disputa los licántropos ya no podían confiar en chamanes. De todo. Lo único que las abstuv
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Veinticinco
XXV. Rojo."Un hilo fino en un gran tapiz, aunque lleno de color, no sabe si él es parte del diseño de la gran creación."El príncipe de Egipto (1998).Habían sido días realmente terribles. Aquel que descubrieron quién era la secuestradora de la pequeña loba y decidieron ir tras su rastro, fue el primero de ellos. Un auténtico fiasco, pues a medida que avanzaban, el rango de búsqueda se hizo más grande y pronto perdieron el rastro. Las lobas estaban en su mayoría furiosas y todo su rencor fue dirigido hacia la hija de la responsable; Níniel.Apenas abortaron la misión comenzó un desdeñoso murmullo entre gruñidos que culpaba a la humana compañera de Nilah por atraer a una bruja a su manada. Qué tal vez era una humana resentida, qué quizás hasta lo había planeado, qué probablemente les había hecho un maleficio, qué después de aquella vieja disputa los licántropos ya no podían confiar en chamanes. De todo. Lo único que las abstuv
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Veintiséis
XXVI. Gracias, por todo.Oh, Zeus,destruirás lo que con amor construiste.¿Cuánto temor te puede causarel buen y entero corazónde un simple mortal?Nilah cerró la puerta de su habitación y soltó un hondo suspiro, Níniel al fin había podido dormirse. Se talló el rostro con las manos y se dirigió a un armario, de donde sacó más colchas y pieles para poder abrigar a la muchacha. Había sido una jornada agotadora para ambos. Volvió a su cuarto y con sumo cuidado la cobijó, temiendo despertarla con alguna ligereza. Se quedó parado mirándola dormir, sintiendo paz, sosiego y plenitud al tenerla a su lado y con bienestar. Quería brindarle todos los cuidados a los que, como humana, jamás podría acceder. Y uno de ellos era la tranquilidad.Después de que Níniel se le desvaneciera encima, retorciéndose de dolor y con lo que parecía una hemorragia, no tardó un segundo en cargarla y meterla a su casa. Ahí, entre quejido
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Veintisiete
XXVII. Ya no estamos solos. "Calla, mi vida, no hay que llorar,duerme y sueña feliz.Siempre tú debes mi arrullo llevar,así yo estaré junto a ti."El príncipe de Egipto (1998).Darío tenía quinientos seis años y había nacido en el mil quinientos noventa y nueve, en Rusia. En aquel momento ese gran pedazo de tierra no se llamaba así, sino Zarato Ruso, al igual que él, pues su nombre original era Mijaíl Lebidiev. Misha era otra forma de decir su nombre, y como al conocer a Nilah aún no se decidía por su nueva identidad, el Velkan lo llamó así para siempre y Darío nunca logró lo contrario hasta la actualidad. En el fondo de su corazón lo agradecía, porque si no fuera por ello, habría olvidado hace tiempo de dónde venía y quién era.Había gozado de una juventud más larga que la de cualquiera y no sabía si agradecer o maldecir. Su aspecto era el de un hombre que s
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