Irene despertó al amanecer, Esteban en el asiento del conductor se quedó dormido recargado en el volante. Vio las frazadas y las almohadas, y, después con una sonrisa de agradecimiento, tomó una y se la puso. Quería dejarlo dormir un poco, pero en cuanto él sintió movimiento se incorporó. — Ah, lo siento. Te desperté. Irene se sentó en el asiento del copiloto avergonzada. Recordó lo que había pasado el día anterior, y casi se le caía la cara de vergüenza. Estaba tan destrozada y se sentía tan mal, que incluso estuvo a nada de pensar en morir. Todos los años de esfuerzo, el amor y el cariño que creyó recibir, simplemente fueron... nada. Un simple intento de alguien de sentirse mejor, la manera perfecta de criar a la esposa de Alan o simplemente era para tratar de no tener un enemigo más, ahora sabía que en realidad nunca tuvo nada. Todo lo que decían alrededor era la absoluta verdad. Era una simple inquilina con delirios de grandeza. Y,
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