Mathias Asier se despertó de madrugada, con la sensación de que algo malo estaba por suceder. No pudo volver a quedarse dormido después de eso, así que se puso de pie y fue a la cocina de su departamento para beberse un batido de proteínas a modo de desayuno. Poco a poco, el sentimiento pesimista que lo embargaba comenzó a disiparse, bostezó con pesadez y se cambió de ropa.Caminó fuera de su edificio, era antiguo y no tenía elevador, así que bajó los ocho pisos por las escaleras. El lugar era una vieja construcción con un solo habitante, bastante alejado del centro; había un par de fábricas en los alrededores, pero nada digno de ver. El sitio perfecto para alguien que deseaba pasar desapercibido. El edificio le pertenecía en su totalidad, siendo la única herencia que había recibido
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