Cuando salió el sol, regresé a la manada con los ojos hinchados de tanto llorar durante esas horas que se hicieron interminables, mientras la madrugada avanzaba lentamente, como si el tiempo se estuviera burlando de mí. Había pasado toda la noche corriendo en círculos, atormentado por mi culpa, sin poder encontrar paz en ninguna parte. Cada vez que cerraba los ojos, la imagen de ella se desvanecía más, y cada vez que despertaba, me encontraba con el mismo dolor punzante en el pecho. Mi alma, mi corazón, todo mi ser estaba destrozado por la ausencia de ella, y lo peor era que sabía que solo yo tenía la culpa. Solo yo.Apenas llegué a la casa, no busqué nada más, solo me dirigí directo a donde estaba mi padre. Mi cuerpo se movía como si tuviera peso muerto, pero mi mente estaba en guerra. Le pedí con desesperación que comenzara una búsqueda de ella. "En cada rincón del mundo, por favor", le supliqué, con la voz quebrada, el corazón desbordado de miedo. Pero todo lo que podía pensar era
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