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Todos los capítulos de Los Caídos: Capítulo 11 - Capítulo 20
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Dos en el Espejo 2
Me despertó el mismo impulso que me sentó en la cama. Encontré a tientas el celular en la mesa de luz para ver la hora. Las tres de la mañana. ¿Qué hacía despertándome a esa hora después de haber soñado con la socia de Maurito? Reformulé la pregunta: ¿qué mierda hacía soñando con ella? Se me nubló la vista y se me cayó de la mano el celular. ¿Celular? ¿Qué era un celular? Sí, era esa cosa negra y rectangular que resbalara entre mis dedos, pero, ¿para qué servía? Una punzada de dolor entre los ojos me hizo apretarme el puente de la nariz. Abrí los ojos lentamente, sólo lo necesario para mirar a mi alrededor. ¿Dónde estaba? ¿De quién era esa casa? ¿Por qué estaba ahí? Un momento atrás estaba a orillas de un lago llamado Gutiérrez, frente a una
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Reservas 1
El regreso no fue nada fácil. Lucía logró alejarse vacilante de la casa de los Quireipan doscientos o trescientos metros, lo bastante para tener señal en el teléfono y llamar un remís. En el estado en que estaba, no tenía otra alternativa para volver a su casa.Se sentó sobre una casilla de luz y cerró los ojos con una inspiración temblorosa. Evitó volver a mirar su mano derecha. Sentirla era suficiente. La Cruz había rechazado el veneno, pero la carne de la palma estaba oscura e inflamada. Pulsaba, picaba, dolía todo el tiempo. El brazo izquierdo estaba completamente entumecido. Se las había ingeniado para ajustarse un torniquete con su propio cinturón por debajo del hombro y había detenido un poco la hemorragia. Y también la circulación de todo el brazo. Las puntas de los dedos le habían hormigueado al principio, después ya ni eso. Hab&
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Reservas 2
El mail los tomó por sorpresa dos días después, a última hora del sábado. Lucía advirtió la expresión incrédula de Mauro, y antes de que pudiera preguntar nada lo vio pararse de un salto, los brazos en alto como si gritara un gol. Giró hacia ella eufórico y se detuvo justo a tiempo antes de agarrarla por ambos brazos y sacudirla de pura alegría.Intrigada, Lucía rodeó ambos escritorios y leyó el mail. Alzó la vista con miedo de haber entendido mal, pero la alegría de Mauro no dejaba lugar a dudas. Saltó hacia él y le echó al cuello su brazo sano. Él la abrazó por la cintura y giró con ella, los dos riendo.Los pasajeros del grupo de Tango habían quedado “excepcionalmente satisfechos” con los servicios, por lo que la empresa les comunicaba que los habían elegido como su receptivo oficia
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Reservas 3
El olor a fruta recién cortada perfumaba toda la casa. Ariel entró arrastrando los pies, más dormido que despierto, y se acercó a Lucía en la cocina.—Hola, hijo. No te esperaba tan temprano.—Papá quería ir al súper antes de que se llenara y me levantó al alba —murmuró él con voz pastosa, le besó la mejilla y le robó media manzana—. ¿A qué hora tenemos que estar en lo de Mauro?—Estamos bien de tiempo. Podés darte una ducha para despabilarte, si querés.—Mejor me tiro un rato. Despertame para irnos.Lucía meneó la cabeza oyéndolo arrastrar los pies hacia su pieza. Seguro que se había quedado jugando toda la noche. Era una batalla perdida, pero no podía dejar de enojarse porque su ex fuera tan blando a la hora de poner límites. Tenía que recordarse
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Reservas 4
Un par de horas después Ariel y Andrés decidieron bajar al lago, y Lucas se ofreció a llevarlos esas diez cuadras. Majo y Mauro habían levantado la mesa y ahora lavaban juntos los platos. Lucía salió al jardín y se sentó con su computadora y su celular a la sombra de un maitén. Esperó a que se iniciara con la vista perdida en los cerros cercanos, el cielo de un azul brillante y sin nubes, el sol que empezaba a acercar un poco de calor. Había sido un invierno duro, frío, largo. Era bueno que la primavera prometiera un buen verano.Hizo un esfuerzo por concentrarse en su trabajo. Tango iba a mandar doce vendedores. Así que necesitaban transfer in-out del aeropuerto, siete noches en un cuatro estrellas. Cuatro excursiones terrestres, una lacustre. Pensó un momento. Circuito Chico con caminata, combinada con Catedral. Tronador, San Martín, Isla Victoria. Sí, eso iba bie
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La Aceptación del Deseo 1
Había poca gente en la calle para ser un viernes. Terminada la temporada de invierno, la ciudad volvía a quedar sólo para nosotros por un par de meses. Algunos grupos de estudiantes, jubilados, nada notorio. Majo me esperaba en El Dutch como prometiera, y para sorpresa de Gabriel, me fui con ella a una mesa abajo en vez de quedarme en la barra como solía.Aunque todavía no había llegado el fam tour, Tango ya nos estaba mandando cuatro o cinco reservas por semana para el verano, y nos habían dicho que esperaban triplicar ese promedio en los próximos dos meses. Sumado a las cuentas que ya teníamos, era obvio que Mauro y yo no íbamos a poder solos con todo, y se me había ocurrido que a la hora de contratar a alguien para que nos diera una mano, Majo era una excelente opción. Estaba a mitad de su carrera de Administración de Empresas, era responsable, de trato agradable. Íbamos a nec
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La Aceptación del Deseo 2
Me abrí paso entre la gente hacia la barra. La perspectiva de volver a ver a Julián me ponía contenta. Y un poco nerviosa. Nuestra última conversación había resultado… bastante personal. Hace cinco años que no nos vemos, me repetí. Hay que tomárselo con calma. Le pedí a Gabriel un licor de melón con energizante. De pronto sentía la urgente necesidad de estar bien despierta.—Hola, tanto tiempo.Miré a mi izquierda y encontré una cara familiar y atractiva que me costó un momento reconocer. Le sonreí.—Hola… Blas, ¿no?Él sonrió también, asintiendo. —Hacía rato que no te veía por acá.Me encogí de hombros. —Trabajo.—¿Todo bien?Me pareció detectar un eco de ironía en su pregunta y lo atrib
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La Aceptación del Deseo 3
Me mezclé entre la gente sintiendo que el corazón me latía como un tambor. Me encerré en el baño y enfrenté el espejo respirando hondo, pero la expresión que encontré en mi cara me indicó que por más que intentara serenarme, estaba peleando una batalla perdida. Me saqué los anteojos, me alisé la ropa, me acomodé el pelo. Hubiera dado cualquier cosa por una ventanita que me permitiera escaparme por los techos. De pronto me sentía atrapada en un remolino de emociones e imágenes del pasado, perdida en un laberinto engañoso de  callejones sin salida. Y tenía un miedo atroz de volver a enfrentarme con todo eso. Ese pasado del que Julián había sido parte, aunque no protagonista.Respiré hondo, abrí la puerta y salí. Decidí no volver a la mesa enseguida. Le hice señas a Gabriel y esperé mi trago prendiendo
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El Dilema del Hombre Ausente 1
Resbalé por la tierra húmeda de rocío, sujetándome a algún que otro arbusto para no perder el equilibrio. Cuando mis pies tocaron la roca, me erguí y avancé hacia la orilla del lago. El sol asomaba tras el cerro Villegas allá en el este, bañando el Nahuel Huapi con su luz oblicua y cobriza que realzaba los azules y los verdes, descubriendo la tenue bruma que empezaba a levantarse del agua por la diferencia de temperatura. Me dejé caer sentada en la piedra fría, prendí un cigarrillo. La primera lágrima cayó antes de que pudiera darme cuenta.—¿Ya te escapás? —había murmurado Julián un rato antes, sonriendo a través del sueño.—Hoy me toca abrir la oficina y tengo que ir a casa a cambiarme.Me había sujetado la mano y tironeado, tratando de retenerme. Lo había besado por última vez antes
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El Dilema del Hombre Ausente 2
Un rumor a mi izquierda me obligó a tratar de calmarme. Alguien salía de entre los arbustos hacia la playa. Me desentendí del ruido. Debía ser una de las tantas parejitas que buscan un poco de intimidad al amanecer. Pero no escuché pasos y volví a mirar. Una chica se había detenido a ponerse los zapatos. Estaba sola. Tal vez su acompañante se había demorado terminando de vestirse. Ella me vio y se acercó con paso inseguro. Supuse que todavía estaba un poco borracha. Llevaba un vestido negro muy corto, escotadísimo. Me puse los lentes de sol antes de que llegara a mi lado. Sabía que en su estado no iba a advertir mi cara congestionada.—Disculpe, ¿me podría decir la hora?Su vocecita temblaba como si estuviera a punto de quebrarse en llanto, y sus ojos estaban demasiado abiertos, las pupilas dilatadas. No olí alcohol en su aliento. Mientras le contestaba
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