Desde el nacimiento de su hijo, las cosas habían cambiado bastante, él y su novia apenas y tenían tiempo de salir como pareja, la casa era un desastre y siempre estaban agotados. No se quejaba, amaba al pequeño León, solo le faltaba como organizar mejor su vida. Aquella noche miraba el techo, Magnolia dormía, León, en su cuna, solo él no lograba conciliar el sueño ¿Qué podía hacer? No estaba cumpliendo con la promesa de cuidar a los dos amores de su vida. Se levantó de la cama tras darle un beso en la frente a Lía, miró el reloj, apenas eran las dos de la mañana. –Mamá, ¿Qué hago? –Se sentó en el sofá y pasó las manos por su cara, estaba frustrado. –Ayúdame, ¿Cómo puedo demostrarle a Lía que la amo y que me importa mi familia? –Sintió los pasos de su novia acercarse, lucía adorable con la camisa de su pijama puesta cubriéndole apenas los muslos. -William ¿Sucede algo? –Despeinada se ace
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