Extrañamente Leo aún seguía el rastro junto con Brown de James, acostado sobre el suelo, dentro del agujero donde se había metido la bestia pensaba en la gran capacidad del olfato del perro que siempre lo encontraba. Pero al menos tenía compañía que lo llevaría al granero nuevamente y mientras los lirios florecían se levantaba con muchas ganas de seguir adelante y llegar al final de todos los misterios que rodeaban lo que él creía simplemente una maldición. — ¡Aquí! Solamente déjenme salir de este hueco, denme un segundo nomás. — James se dejaba ver. — Ohh, ni si quiera preguntaré como llegaste allí. Bueno, ¿Qué tal ha ido la noche? — Leo le echa una mano para salir. — Ha sido una completa locura, pero creo que estoy cerca de algo. — Increible, ¿Me contarás al llegar al granero? — Claro, igualmente tengo mucho que hacer. — Interesante, pues vamos. Hay que tener cuidado, hay movilizaciones de soldados por el pueblo que están det
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