—No seas caprichosa. Priscila, hemos hablado de esto durante todo un mes. El tiempo ha llegado, tienes que casarte con Ernest. —Me siento un intruso viendo cómo ambos discuten sin siquiera tomarme en cuenta.Me dedico a observar el lugar mientras padre e hija se lanzan toda clase de cosas a la cara y Roll, sin levantar la voz, sin gritarle a su hija, deja bastante claro su punto de no cancelar el compromiso.Justo cuando creo que debo intervenir, las puertas de la casa vuelven a abrirse y por ellas atraviesa una mujer vestida elegante, con un vestido que le llega hasta las rodillas de color blanco y un sombrero de ala ancha de playa.—¡Mamá! ¡Estás de vuelta!Hacía mucho tiempo que yo no veía a la madre de Priscila, me la topé en un par de reuniones en la inmobiliaria, pero es un rostro muy similar a casi todas las mujeres que son esposas de magnates y empresarios, due&n
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