Todos los capítulos de Hermanastros: La historia de una mentira: Capítulo 71 - Capítulo 73
73 chapters
El tiempo
El tiempo había pasado tortuosamente lento. A pesar de todo, de alguna manera, había logrado sobresalir después de toda la mala racha que la muerte de Alex les había dejado. Sí, ya habían pasado casi cuatro años de eso. El funeral, los litigios, la prensa y el juicio de Emma a veces le venían a la cabeza y él se estremecía. No era justo que le hubieran hecho eso a su amiga. Después de todo aquello, sus vidas habían tomado un rumbo distinto. Aún mantenía contacto con Emma e Enzo, pero no era lo mismo. Sus amigos nunca volvieron. Ortega ahora se encargaba parcialmente de la empresa de sus padres y prácticamente vivía en New York, tal y como lo había planeado aquella vez con Emma, cuando apenas eran unos adolescentes. Él había vuelto a casa de sus padres luego de su ruptura con Paula. Sí
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Sin mas que decir
  —¿No te parece que esta es la primera vez que disfrutamos de nuestro matrimonio? —Preguntó ella, sin ánimos de removedor viejas herida. El hecho de estar otra vez en New York les traía recuerdos, pero ya no se sintió de esa forma trágica y vacía que le hacía querer llorar. Sintió que su marido la apretó contra sí, tensándose apenas—. Que realmente estamos bien, felices y tranquilos, sin mentiras, sin secretos.   —¿Tú crees que todo se arreglará? —Observó el horizonte y vio el sol queriéndose unir con el mar. Tan cerca ya la vez tan lejos. Era verdad que ahora ellos no estaban unidos por mentiras, que al fin estaba todo bien, pero no sabía si ellos lo estarían—. El mar y el cielo parecen unirse, pero nunca están cerca, Julia.   Ella asintió, entendiendo por fin el punto de su esposo.   —Nuestros hijos… —susurró y ahora sí se sintió preocupada. Alvaro afianzó su agarre, sintiendo el viento salino golpearles
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Felicidad (Epilogo)
 —¿No te parece que este día está muy perfecto? —Sus cabellos castaños largos se movieron al son del vaivén de la pieza que estaban tocando y una enorme sonrisa le iluminaba el rostro. —Déjame pensar —volvió a poner la mano en la cintura femenina y siguió danzando—, ¿lo dices porque nuestras gemelas están tranquilas por aquí cerca de su nana, nos casamos hace dos años y ahora mismo estamos bailando en la boda de nuestros dos mejores amigos? Alba soltó una carcajada, abrazándose mucho a él. —No lo sé —bromeó, cerrando los ojos, con un regocijo que le inflaba el pecho. —Sí, no me queda muy claro —también la estrechó, compartiendo el sentimiento. Dicen que las grandes familias es
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