Todos los capítulos de Hermanastros: La historia de una mentira: Capítulo 21 - Capítulo 30
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Un diluvio
Suspiró, dándose la vuelta: casi no había podido dormir y ya era tardísimo. Arthur se había quedado a dormir en la sala y eso era lo que más le irritaba de toda la situación. Sabía que se había portado fría con él y que probablemente quería hablar con ella, quien sabe si explicarle. De cualquier manera, le parecía ofensiva su actitud de irse de la cama. Nunca lo echó, no quería que se fuera. Lo necesitaba, lo extrañaba. Recordó entonces su conversación con Emma de vuelta a casa, el día de ayer, cuando dijo que Arthur no sería tan tonto como para perderla, que estaba junto a ella en los mejores y peores momentos. Le hizo tratar de entender que quizás solo estaba exagerando las cosas. Se levantó decidida, sin pensar demasiado las cosas, dejando el enojo de lado. Camin&oac
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Aun en mi vida
—¿No es hermoso? —Claro que sí. — Sonrió, pero era obvio que su mente estaba en otro lado. Emma tenía los ojos pegados a la nada. A su alrededor, Saira y Alba parloteaban acerca de un montón de detalles que a ella la ponían de malas. Bueno, al menos no lloraba. El regreso de Enzo y Saira había tomado a todos por sorpresa. Y más a ella, que pensaba que no volverían hasta que «esa mujer» —por la que primero terminaron—, despareciera. Y no, ella no había desaparecido, aún está ahí. Aún estaba ahí. ¿Verdad, Enzo? Su cuñada no sabía hacer otra cosa más que hacerla opinar sobre su vestido de bodas ya ella aún le quemaban las caricias de Enzo en la piel. No podía dejar de pensar en cada gemido y en ca
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Una humillacion
Sentada en unos bancos cerca de los árboles, Alessa terminaba de armar su plan, mientras esperaba a la víctima. Cuando vio a un taxi estacionarse casi enfrente de ella, se levantó con rapidez y le hizo una señal sutil a su amiga. La tarde era fresca y francamente, empezaba a hacer un poco de frío. Casi en cámara lenta observó a su ex novio bajarse del vehículo, tan apuesto con aquella camisa azul, con 3 botones abiertos, ese look tan despreocupado que lo hacía lucir más guapo de lo que recordaba, con esa actitud de malo. ¿Estaba ovulando, o por qué Arthur lucía más apuesto de lo normal? No evitó morderse el labio, viéndolo embobada. Mientras tanto, Arthur observó —algo incómodo— el atuendo que traía la chica; un vestido cortísimo color negro, que penas le cubría lo
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Posible boda
En la cafetería, todo parecía mejor, el olor a café y paneles recién hechos, la tranquilidad… Debía admitir que una de sus actividades favoritas era ir y conversar con la única persona en el mundo que la entendía. —¡Alba! —La saludó desde su mesa, mientras la veía venir, sonriente. —Siempre en la misma mesa, Emma. —Comentó, mientras dejaba su cartera a un lado y se sentaba frente a su amiga—. ¿Cómo estás? —La tomó de las manos. Su tono era preocupado ya la vez consolador. —Señoritas, un gusto verlas por aquí. —Saludó atentamente, el camarero. —Hola, Kano, el gusto es nuestro. —Saludó Emma, mientras Alba sonreía ampliamente. —¿En qué les puedo servir?
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M*****a mujer
—¡Jefe! —Se quedó en silencio y tragó duro, mientras todas las personas a su alrededor la miraban con asombro. Vio a Alba de reojo y ella solo estaba negando mientras la observaba con tristeza. «No, Alba, no me mires así» . El aludido había parado en seco, sin regresar la vista a ella, aún, sonriendo triunfal. Ese ya era el último día que Emma tenía para demostrar, aunque fuera una señal, de humillación pública ante él. Esperaba de corazón que de eso se tratase. —Diga, Ortega. —Eh… —titubeó, cerrando los ojos con fuerza. Toda la oficina había permanecido en silencio, presionándola sin palabras para que hablara. Tenía que hacerlo, tenía que hablar—. Quería saber si… Se interrumpi&oac
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Alessa
En el fondo de su corazón, de verdad, con toda el alma, deseaba que Emma no se apareciera allí con el estúpido de su jefe. No, y menos después de la humillación tan grande que pasó ese día en la editorial. ¿Cómo era posible que le haya hecho ese desplante a la mujer más hermosa del planeta?, pensó, en un principio. Él no podía decir demasiado ante eso, en primera, porque Emma era una adulta «responsable» de sus actos, libre para hacer lo que quisiera y en segunda, porque se trataba de su jefe, estaba frente a todo el mundo, ahí, existiendo y jodiéndole la paciencia. Pero a la próxima quizás ya no se quedaría callado y le rompería la boca de un solo golpe a ese infeliz. Así Saira se enterarse y lo encuentre muy extraño. ¿Por qué la humillaba así?, se preguntó
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Sexto sentido
—¿Qué haces aquí con esta cualquiera? —Preguntó Saira entre dientes, mientras sonreía a uno de los invitados.—¿Por qué hablas así de mi acompañante, prima? —Mencionó Alex, acercándose a la mesa para tomar algo de vino—. Tu futuro suegro es un hombre muy agradable, ojalá pueda hacer negocios con él.—Se suponía que vendrías con Emma, tu novia.—Nos dimos un tiempo, luego del incidente de la intoxicación, ya nada fue lo mismo. —Mintió y no supo por qué seguía con la farsa de que he sido pareja. Suponía que en el fondo le daba un poco de pena su prima; saber que su prometido era un incestuoso, sería un golpe muy duro para ella.—Por favor, estabas en cama y ni siquiera ha pasado una semana.Al otro lado de la sala, Enzo había ido a reunirse con A
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Lo que prometimos
—Y tiene toda la razón. —¿No asistir a un evento tan importante solo por celos? —Metió el auto al estacionamiento del edificio. —Cómo se nota que no conoces a las mujeres. Todo el camino, habían omitido alguna palabra sobre Alessa y empezaron a hablar de Emma. Arthur debía admitir que hablar de su amiga, hacia a su mente descansar sobre el tema de su ex. Antes, desde la primera vez que la vio fuera de la editorial, quería decirle a Alba lo que pasaba, pero después del beso, ya era demasiado tarde para que su novia lo entendiera. Además, ya Enzo le había dicho que no era su culpa y él creía en Enzo más que en nadie en la vida. Se bajaron del auto, Arthur activó los seguros y ayudó a su novia con la cartera y el abrigo. —Alessa siempre fue mala conm
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Grabación comprometedora
Arqueó su cuerpo en la cama e instintivamente elevó su brazo izquierdo a la altura de su cabeza, apretando con fuerza la almohada. Soltó un gemido sonoro mientras los dedos se movían con rudeza en su sexo. Sintiéndolo, complaciéndolo. Alzó la pelvis y apretó las piernas. Su respiración se volvía insostenible y sintió la necesidad de apretar sus senos con fuerza. Ella sabía exactamente qué hacer, dónde tocar y cómo mover los dedos. Volvió a gemir con más fuerza. Su cuerpo estaba sudado y su entrepierna se sentía más húmeda cada vez. Empezó a respirar con la boca y se dejó ir en el momento menos pensado. Todo su cuerpo temblaba y ella no podía parar de retorcerse, llena de placer. Dejó que el cuerpo pase los estragos
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Ganas de morir
Normalmente, después de la intimidad no mirarse a la cara, terminaban peleando o ella llorando. Claro, ya de adultos, personas con compromisos y responsabilidades, porque antes de que los descubrieran, cuando eran adolescentes, siempre se quedaban abrazados y haciéndolo las veces que desearan. Oh solo conversaban. Se admiraban, reían. Se querían mucho. Esa noche había vuelto a pasar lo mismo; Enzo conversó con ella y por primera vez, no hubo peleas ni discusión. Emma aceptó por entereza, que su hermano tenía que volver a su vida normal, que, a pesar de haberla hecho suya, nuevamente, él iba a casarse y ahora tenía una prometida qué cuidar. El fin de semana pasó tranquilo, ya su mente y corazón le alegraba tanto abrir sus redes y encontrar muchos mensajes cortos de su hermano: «Te extraño&raq
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