Me sentía mal y pequeña al lado de Preppy, nunca he sido mantenida, siempre he trabajado duro por lo que quiero y tenía, jamás nadie me ha regalado nada y el alimento que me llevo a la boca, me lo gano con el sudor de mi frente, bajo las escaleras, la casa de Preppy me asfixiaba, salgo y afuera ya hay un montón de hombres armados y con pinta de matones. Cuando paso junto a ellos, bajan la mirada evitando mirarme, bajan las armas y justo cuando estoy por salir del enorme enrejado dorado con dos demonios de piedra tallada a los costados, alguien se me interpone, un tipo de traje, no me mira, al contrario, tiembla. —Bu… Buenos días, señora, estoy a su disposición —balbucea con la mirada todavía fija en el suelo. —¿Eres…? —Su chofer y guardaespaldas, el señor Damián me ha contrata
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