"Hija, levántate o no llegarás a la escuela", me dice mi madre tiernamente. "Mamá, ¿y si no voy?" Me tapo por completo con mis cobijas. No quiero salir de aquí, no quiero que nadie me vea de nuevo, quiero arrojarme contra un tren en movimiento. "Mamá, si supieras todo lo que me está pasando", me arrojé a sus brazos. "¿Qué tiene mi niña? ¿Aún te sientes mal?" Ella me acariciaba la cabeza. Siento que me voy a derrumbar y me convertiré en un montón de pedazos, me siento desvanecer. "Mamá, vámonos de aquí, ¡cambiemos de ciudad!" Digo luchando para que mis lágrimas no se desborden como cascadas. "Hija, ya no más, creí que te gustaba este lugar", ella se separa un poco de mí para verme a los ojos. "Solía gustarme, pero ya me aburrí. Por favor, madre, llévame muy lejos de aquí, ya no quiero estar en este lugar". No le puedo decir, no puedo decirle que el idiota de Héctor abusó de mí, y que el reverendo cabeza hueca de William no es capaz de creer en mi palabra... Ya así solía decir que
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