La sala de interrogación se encontraba en completo silencio, la anciana con nerviosismo se movía de un lado otro en su pequeña silla de metal. Sabía que estaba en problemas y sabía que de esos problemas nunca podría escapar, la habían encontrado, la culparían por la muerte de su hija y por cada uno de las veces que tráfico con sus “hijas”. La puerta se abrió, causando un gran sonido de la habitación a causa del chillido que provocaba la puerta al abrirse. La anciana se detuvo en su asiento y se llevó ambas manos hacia las piernas, intentando mostrar completa inocencia. El hombre de traje negro se sentó en la silla metálica y la observó fijamente, listo para destrozar a la anciana. El hombre le sonri
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