145. Atasco
—¡Apresúrate o llamaré un taxi! —Ya quisieras, cobarde. —¡Por favor, Jay! Silvia terminó de revisar el dormitorio por enésima vez para cerciorarse de que no se olvidaba nada. —¡Jay! —Ya voy —respondió Jim desde el vestidor. Ella optó por bajar para no asesinarlo, y aprovechó para volver a revisar la sala y la cocina. Jim se dignó a aparecer cuando ella terminaba de acomodar los cojines del sofá. —¿Podemos irnos antes que me dé un infarto? —Cálmate, mujer, vamos bien de tiempo —sonrió Jim recogiendo el bolso de Silvia de camino a la puerta de calle, donde ella aguardaba ceñuda con su mochila de campamento—. ¿Tanta prisa por dejarme? Ella se limitó a seguirlo hacia la camioneta, sin molestarse en explicarle que siempre se ponía nerviosa cuando viajaba. —¿Tienes todo? ¿Boleto, pasaporte? Silvia rió al escucharlo, porque ya estaban a mitad de camino del aeropuerto. —¿Y ahora te acuerdas de pr
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