Considero que mi esposa estaba demente, se levantaba temprano, y esa demencia de preparar un café a las cuatro de la mañana, encender un cigarro y luego irse por el bosque. Esa demencia empezaba a volver un desquiciado, me arrancaba los pelos de la cabeza y no sabía qué hacer al respecto. No entendía sus propósitos, tampoco sus ideas delirantes, decía que el suicidio era la única manera para aliviar sus demonios, y yo le lloraba en sus brazos pidiéndole que no se suicidara porque la amaba con toda mi alma. Pero ella nunca hizo caso a mis palabras, continuó con sus cigarros, su café y sus caminatas por el bosque.Aquella casa la conseguí de remate, quería una casa donde los niños pudieran correr y jugar para entretenerse, era todo lo que necesitaba, un hogar para amar a mi familia, pero como dije, desde que llegamos, Clara, cambió radicalmente. Dejó de bañarse
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