Otro delirio que me acompañaba era la solicitud de mi padre al usar el transporte público. Anteriormente él me iba a dejar a la universidad, pero dijo que debía ir por mi propia cuenta. Todo esto fue una tortura, en primer lugar, para llegar a la universidad debía tomar un bus, era sencillo; pero el problema era evitar que las personas notaran mi rareza, por empezar que subía la ruta que iba hacia la universidad, y en el bus sentía que todos me observaban. Y, me observaban como si quisieran decirme “muchacho, sos raro, deberías dejar de vernos los zapatos”. Pues eso es lo que hacía, me sentaba o iba de pie, y para evitar el contacto de ojos, observaba los zapatos.
Como siempre, y al bajarme esperaba que todos lo hicieran, aunque las primeras veces el bus aceleraba y me tocaba correr hacia la salida entre la multitud y llegar a la bahía frente a la universidad. Luego tenía que cruzar la vía y esperaba el semáforo hasta que los autos se detuvieran, para caminar sobre la vía. Observaba como maniático las placas de los carros, la gente con sus mochilas, y sus trajes de profesionales o de estudiantes. Observaba todo para analizar luego en una banca de la universidad cuanto me encontraba solo meditando mi realidad.
Este análisis profundo de todos los rituales de la ciudad me parecía como de una tribu en apogeo, había clanes y grupos selectos, a decir verdad, quería profundizar en el aparato político, y decía a partir de ciertas lecturas sociológicas, que pronto nuestra pequeña ciudad se volvería un caos si no resolvíamos nuestros problemas de forma activa. Pero, pensaba que yo no podría ser partícipe de algo tan descomunal como la acción ciudadana. Me refiero que no podría opinar, ni siquiera marchar en una protesta por el terror a sufrir la observación descarnada de los demás. Expresar mi opinión política era un conflicto extenso, en primer lugar, porque las discusiones en clases eran algo más selvático que democrático.
Todos querían exponer sus posiciones desde los partidos que apoyaban. Liberales, conservadores y sandinistas. Era complicado lidiar con cada uno de ellos, y no quería someterme a la mirada de mis opiniones porque hablar de política con gorilas no tiene ningún sentido. Y, eso es lo que sucedía en las discusiones de clase en la materia de derecho constitucional. Todos querían hablar y no llegaban a ningún punto en concreto. Yo tenía algunas ventajas, había leído historia del derecho constitucional y algunos libros sobre hermenéutica jurídica.
De esta manera, las discusiones de política publicas sin conocimiento fundado, era un esperpento mecánico de palabrería banal y pueril. Nunca opiné, nunca alcé mi voz, prefería escuchar las opiniones de los demás para tener la certeza de las estupidez humana. No es porque me sintiera superior, sino porque no valía la pena gastar energías en verbalizar lo que se ignora, aunque el ejercicio de debate sea relevante, lo mejor es guardar silencio si se ignora los procedimientos y aparatos históricos que constituyen el plan de nación. Supuse que todos querían expresarse y, como dije, ser seres individuales con algo de especial y único, todos querían tener la razón, pero la razón no se establece con verdades absolutas, y para las verdades absolutas al menos debería evaluarse a través del método científico.
Eso lo tenía claro, y muchos politólogos también. Los profesores eran condescendientes, algunos eran allegados al gobierno, por eso era difícil expresarse, además de los gorilas que hablaban desde la ignorancia. Era una ignorancia fundada en las pretensiones intelectuales o partidarias, argumentos formulados sin conocimiento o profundidad técnica. Su sistema argumentativo se basaba en el maniqueísmo fundado por bandos desiguales que proponen un bienestar para la sociedad. Ninguno de mis compañeros daba en el clavo con los verdaderos asuntos que competen a los ciudadanos. A nosotros, los estudiantes de leyes nos compete compartir con los demás por convicción los conocimientos adquiridos. Hay plataformas para expresarse sin necesidad de comportarse como una bestia que muestra sus colmillos. No hay necesidad de ser una fiera para persuadir si acaso esas eran sus intenciones.
En lo particular, había leído lo necesario para dilucidar que mis compañeros eran unos fanáticos enceguecidos por las doctrinas que ni entendían, doctrinas inculcadas por sus padres. Mis posiciones políticas, o mejor dicho, mis pretensiones, eran algo íntimo, prefería guardármelas para mí mismo, no tenía ninguna necesidad que otros supieran mis pensamientos, la verdad, me parecía una falta de desconsideración, y hasta algo vulgar tomarse el tiempo para demostrar a los demás que hay apropiación política e identidad, y en cuanto a esta identidad, es como nadar en un laguna oscura con los ojos vendados.
En este país, donde las fieras políticas, y la mafia política tiene todo su juego dominado con fichas puestas en instituciones que proceden desde la ignorancia o desde el poder, lo mejor es organizarse, y llegar a un común acuerdo. Pero este debe darse a partir del estudio histórico, sociológico y jurídico. ¿Cómo explicarle tanto contenido a las personas que desconocen o no pueden acceder a estos? Como dije, lo mejor es dar a otros ese conocimiento y motivarlos a aprender por su cuenta, aunque algunos sostienen sus posiciones desde las haciendas y sus casas de verano en las playas más famosas de la costa del pacífico, y otros apenas logran conseguir un sueldo para comprar la canasta básica y cubrir los servicios básicos del hogar, o el pago de la renta.
Necesitaba un respiro, algo parecido a ese despertar, debía salir de esta agonía que me provocaban los estudiantes y profesores cómodos en sus castillos de marfil. Es cierto que apliqué a la carrera de derecho motivado por mi padre, una motivación más dineraria que idealista. Sin embargo, desde el primer año que vi las asignaturas me propuse concretar un sueño más sencillo, algo planificado de cierta manera, pero simple. Quería lograr la titulación para asistir a los desposeídos; estaba en tercer año de la carrera y cursaba mis prácticas en el Bufete Jurídico de la Universidad Centroamericana. Una de las mejoras instituciones del país, con becas para estudiantes de todas las carreras. Eso es lo que decían.
Mi problema continuaba y el desastre de mi incapacidad para mejorar con mis ideas de vergüenza, era insoportable, cada día me sentía abrumado por estos pensamientos, la vergüenza de no poder ser como los demás, no por sus pensamientos, sino, como he señalado, poder actuar con normalidad ante las situaciones que requieren altas habilidades sociales. Mi desempeño mejoraría aún más si dejara de pensar en las bromas de los demás como algo serio, es complejo, porque he escuchado tantas tonterías de muchas personas que no sé si clasificarlas como convicciones de magnitud o la mera edad que interviene con tanas hormonas encendidas. Es posible que el apogeo de las emociones distorsionen nuestra identidad, y esas emociones nos lleven a ideas superfluas destinadas a fracasar mediante un meticuloso estudio de las ciencias jurídicas. Mis consideraciones son pertinentes para mí mismo, no encuentro ninguna relevancia hacerle entender a los demás sus errores. Me basta con mi estado de incapacidad, a veces hasta me alegra no participar en discusiones fútiles, discusiones que lleva al desvarío.
En esos días apenas me preocupaba mejorar mis apretones de manos, todavía pensaba al cansancio cómo resolvería mi asunto; un asunto que me fastidiaba cada día y la única opción parecía el claustro o la esquizofrenia auto diagnosticada. Quería desenvolverme y transitar por este mundo de una manera más relajada, sin embargo, todo era un flujo de pensamientos constantes acerca de mis incapacidades, acerca de todas las materias de las ciencias sociales que me llevaban a pensar en un mundo diferente, un mundo donde las personas que somos incapaces de saludar sin pensar en nuestra autoestima, pueden estrecharse la mano como hermanos sin ninguna riña o intensión de superioridad intelectual.
A veces pensaba en un maestro, uno que pudiera guiarme a través de las sendas de un nuevo camino, un camino superior al que transitaba. Pero desconocía ese maestro de la vida, el único ejemplo era mi padre, un relojero que leía a Baruch Spinoza y lo aplicaba a su vida, no entendía sus ideas, pero de algo estaba seguro, las profecías son de individuos con gran imaginación, y eso era lo que sucedía con mis compañeros de clase, creían ser estandarte de los demás, como si quisieran ser seguidos.
En verdad era algo bueno que nadie me tomara en cuenta, porque no quería ser estandarte ni tampoco un profeta. Lo mejor era estar bajo perfil, así pensaba, porque era mi forma de protegerme de los demás. Al final de cuenta, quién podría prestar atención a alguien que apenas balbucea o le entrega un papel a la cajera del cafetín para ordenar el almuerzo. Me veía como un sujeto desechado, pero no quiero hacerme la víctima, lo mejor era continuar y hacer lo mejor que pudiera con mis capacidades y ciertas habilidades como la desintegración del pensamiento a partir de los textos y manuales que leía en clase y en la biblioteca.
Aunque nada parecía ser suficiente ante mi problema de comunicación con los demás; podía leer durante cuatro horas alguna novela y me encerraba en las ideas que discurrían ante mis ojos, creía de alguna manera mientras leía los diálogos de los personajes, que estos tenían grandes habilidades sociales, pero no Roskalnikov, a pesar de sus habilidades notorias para hablar con los demás sin ningún impedimento, tenía problemas más graves que los míos. Sin embargo, tenía la certeza de ser un hombre capaz, un hombre que puede dialogar de manera fluida sin detenerse a pensar en cómo saludar a los demás. Es alguien de admirar, por eso leía novelas para memorizar diálogos y enfocarme en planificar mi estrategia verbalizada.
Existe en la Universidad Centroamericana de Managua un lugar llamado El bosque. En ese lugar, uno puede sentarse en las bancas y leer, es donde acostumbraba a pensar sobre mis problemas e incapacidades para verbalizar mis emociones. Durante los primeros años de la carrera descubrí este lugar, un lugar que me hacía sentir cómodo con mis pensamientos. Sin embargo, cuando empecé a ir al bufete, y al salir todos los días, me di cuenta al sentarme en una banca que un muchacho leía sentado en otra banca. También fumaba sin cesar, iba vestido como un punk, estaba rapado y se veía de mediana estatura. Todos los días era lo mismo, lo observaba leer y fumar, no despegaba la mirada de los libros. Pasada dos horas, se levantaba y se iba. Caminaba como un perro, y tenía una mirada prístina. Quería saber acerca de este tipo,
¿Qué si había vencido mis temores para verbalizar mis emociones? Puede ser cierto, de alguna manera había perdido el miedo a comunicarme, pero en realidad se trataba por la capacidad de persuasión de Fermín. Podía escarbar todos mis pensamientos, y yo accedí a esto, descargué mis furias y le comenté todo acerca de mi problema para socializar. Todo esto se lo iba contando cuando caminábamos por la avenida universitaria, nos dirigíamos, según Fermín, a un barrio aledaño a la Universidad Centroamericana. Era la zona de la jauría, era la zona de Kaiser, el jefe y líder. No tenía miedo alguno, esperaba conocer otros perros para desarrollarme a plenitud, y dejar los miedos y los traumas que de manera constante me asechaban. Por un momento, Fermín se detuvo y se dio la vuelta. Cuando ll
La siguiente historia es acerca de una familia asesinada y luego se realiza un proceso legal en las ergástuas del infierno para declarar la sentencia a quien cometió tales pecados. El proceso es dirigido por un demonio, como es de esperar, en el infierno los demonios tienen cargos judiciales y de tantas almas, hay un demonio para cada sala judicial. En esta sala judicial está la fiscalía para presentar las pruebas en contra del acusado, también se le asigna un abogado al acusado para tener un proceso justo donde pueda defenderse ante el estrado infernal. En este caso, un padre de familia se enfrental juicio, y debe converser al demonio que es el juez, sus intenciones acerca de los hechos ocurridos en la tierra.
El inicio del juicioEn las ergástulas oscuras de las tinieblas se encuentra un galerón infinito donde hay puertas para cada persona que debe ser procesada según sus pecados. En cada galera hay dos guardas, dos guardas que sostienen un tridente, y visten como cadáveres, pero se ven fuertes y podrían matar a un ejército de humanos vivos solo con sus tridentes. Según el libro de las ánimas perdidas, cada persona que cometió un grave pecado debe ir a este lugar, hay reglas, y nadie salta las reglas. Un hombre con
Me gustaba ir a la escuela porque tenía varios amigos con quienes compartía mis dibujos. Como recibí clases privadas de dibujo, soy sobresaliente en esto de dibujar, sin embargo, me cuesta escribir. No soy como mi padre, él es un escritor famoso, publicado y con buena audiencia tengo entendido. No me interesa la lectura, me parece un acto desesperado en búsqueda de conocimiento, cuando todo está en la naturaleza. Las flores, las mariposas y las aves son la creación divina que nos permite maravillarnos. Ahora que me toca escribir esta declaración, tengo que decirlo todo.Siempre fui bien portado, es decir, no provocaba ninguna molestia en el colegio ni a mis padres. En cambio, mi hermana mayor quien toca piano, es algo neurótica. Si equivoca en alguna pieza musical, tira las partituras al suelo y sale corriendo de la habitación. Temo que un explote y me dé un golpe mientras la escucha tocar el piano,
Viví todo este tiempo como una princesa, no como esas de películas animadas, sino como una que se esforzó para tocar el piano desde piezas clásicas hasta jazz bebop. Al principio fue difícil, porque tengo manos pequeñas y mi tutor decía que no podía alcanzar una octava más larga, sin embargo, eso no me impidió ser veloz con mis manos y alcanzar todas las octavas quería en el piano. El primer teclado me lo regaló mi padre a los cinco años. Era un teclado de cinco octavas marca Yamaha. Antes de recibir clases privadas aprendí algunas cosas por mi cuenta, pero no pude avanzar y mi padre pagó las clases privadas. Mi tutor, Anselmo Valdivia, fue un excelente maestro, me hizo esforzarme hasta que mis sienes no aguantaban. Después de todo, así son las artes, uno tiene que esforzarse por mejorar la técnica además de escuchar a los clásicos.
—Luego de escuchar las declaraciones escritas, creo tenemos un caso relevante. Necesito que la fiscalía y el representante se preparen para los alegatos finales. Voy a darle la palabra a la fiscalía y por último al acusado —Señor juez, tal como se ha visto en las declaraciones, el hombre cometió graves pecados, pecados que deben juzgarse según la ley. Estas declaraciones por parte de su hijo, su hija y su esposa, señalan que este hombre merece la pena máxima, y esta fiscal solicita, la soledad en el pozo profundo. Esa sería mi declaración, sin más que agregar, termina aquí mi alegato final. —Señor juez, de parte del acusado solicito un receso para poder elaborar lo
Considero que mi esposa estaba demente, se levantaba temprano, y esa demencia de preparar un café a las cuatro de la mañana, encender un cigarro y luego irse por el bosque. Esa demencia empezaba a volver un desquiciado, me arrancaba los pelos de la cabeza y no sabía qué hacer al respecto. No entendía sus propósitos, tampoco sus ideas delirantes, decía que el suicidio era la única manera para aliviar sus demonios, y yo le lloraba en sus brazos pidiéndole que no se suicidara porque la amaba con toda mi alma. Pero ella nunca hizo caso a mis palabras, continuó con sus cigarros, su café y sus caminatas por el bosque.Aquella casa la conseguí de remate, quería una casa donde los niños pudieran correr y jugar para entretenerse, era todo lo que necesitaba, un hogar para amar a mi familia, pero como dije, desde que llegamos, Clara, cambió radicalmente. Dejó de bañarse