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Todos los capítulos de Sangre gris: Capítulo 41 - Capítulo 50
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Capítulo XL
Agitada, sigo con la caminata. La cabeza me da vueltas. Medio enfoco la mirada preocupada de Zelig, la cual me sigue hasta que me instalo frente a él. Sudo. Temo que el maquillaje se corra.—¿Qué pasa? —cuchichea en mi oído bajo el estrépito de las risas lobunas de los presentes.—No me bebí el brebaje —resuello.Maldice por lo bajo.Siento las palmas pegajosas y un deseo gigante por retroceder y esconderme, puesto que el rey, de penetrante mirada azulada, no despega su atención de mí. Presiente que algo anda mal, lo sé.Acaba de instalarse en el centro de la estancia sonriente, engreído e intocable. A su lado, una bella rubia con piel de porcelana y collar adornado de esmeraldas. Se mantiene tiesa con el mentón caído. Está trémula. Es su esclava. Pobre, vive a lo seguro un infierno con esa alimaña. Sin embargo, parece ig
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Capítulo XLI
Los camareros entran y salen de lo que seguro es la cocina. Me deslizo cerca de las macetas con bellas plantas a lo largo de un estrecho pasillo que conduce a aquella sala donde vi las escaleras. Mientras tanto, Zelig entretendrá a todo aquel husmeador. Espero que le salga de maravilla, pues tengo entendido que verlo sin mí será un problema gigante. A saber cómo se las apañará sin mí. Mantengo todos los sentidos alerta. Abro con lentitud la puerta que me llevará al sitio tachado. Diviso cada rincón; no hay nadie, está despejado. Creo que algún mesero no se atreverá a entrar. Toda la atención y el cúmulo de vampiros se halla en la estancia principal, así que he de aprovechar al máximo la oportunidad. Observo tras mi espalda al allanar en lugar. Inhalo y exhalo. Me tranquilizo. Le digo al corazón que se torne pasivo a la hora de latir y le susurro a mis extremidades que esta vez no me fallen. Alargo la mano hasta mi muslo, en donde está atada la navaja militar. Me escuece un p
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Capítulo XLII
PARTE VÓleo de memorias renovadas  Regreso al salón donde se halla Zelig sin alzar la mirada de mis botas, las cuales se asoman de la falda casi abombada del vestido. Soy sigilosa al volver, no me dejo ver y contemplo discursos mitómanos por si algún chupasangre se me acerca y me ve sola.Me detengo patidifusa al atisbarlo charlando como si nada con Arsen. Ambos sostienen una copa rebosante de sangre espesa, añeja, incluso puedo asegurar que el aroma ferroso llega hasta el otro lado de sus posiciones. Conversan como si fuesen amigos de toda la vida. Me trago la indignación. Enfoco mi interés en mi mellizo y en mi madre y en las incógnitas que los abrazan. ¿Seguirán vivos? ¿Podré abrazarlos? ¿Osen’ no me odiará después de tanto tiempo? ¿Mamá se sorprenderá por mi cambio tan extrao
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Capítulo XLIII
Lo busqué con la vista la mayoría del tiempo. Hice caso omiso a las nuevas charlas de Zelig y Arsen. No pude concentrarme, solo mantuve a la espera de atisbarlo. ¿Habrá sido mi imaginación? Parecía tan real, incluso sus facciones no parecían provenientes de alguna alucinación. Antes me había pasado; vi una yo pequeña por todo lugar que tocaba. Tal vez esta vez se repite eso.Desde luego, ese pensamiento atrajo otro: el de Baal. No he tenido contacto con dicho ser omnipotente, ni uno pequeño, siendo consciente. Tampoco he puesto mi suerte en los dones que he recibido, los cuales andan en la ignorancia también. No quiero cometer los errores de mamá. Sé que ese demonio busca algo más, y eso es corromper. Si empleo esas habilidades para un mal o para un bien, él me deteriorará como tiene planeado. He procurado no ponerle tanta relevancia, pues no se lo merece. Si
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Capítulo XLIV
El mundo me da vueltas y las tripas se me revuelven.De pequeña tenía amigos, tanto como niños y adultos que vagaban en mi vida; entraban y salían de ella. Gabriel pudo abrazarme, reír conmigo, ¿y para qué?, ¿engatusarme?, ¿ganarse mi confianza a tan plena edad? Porque la última vez que pude verlo fue mediante la cortina corrida de mi habitación. La mirada de odio que recibí me dejó con una tristeza gigante durante días. Mi único amigo adulto que valía la pena me había dejado a un lado. Son memorias que por fin después de mucho han vuelto a mí para mostrarme un dolor inenarrable.Ese cabo ya está atado. Faltan los otros sueltos.No suelto a Zelig, no me lo permito. Estoy entumecida, sin poder hablar o reaccionar como es debido.Vaya vida de mierda. El vampiro que tuvo una “bonita amistad” conmigo,
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Capítulo XLV
Por ningún lado vi a Green. Es más que seguro que fue una jugada de mi fatigada mente, pero ¿a qué precio? ¿Por qué? ¿Alguna advertencia? ¿Alguna premonición?Sacudo la melena.Retomo el pensamiento sobre el diario; es una información relevante. Desde la creación humana ellos surgieron. Dos mundos: maldad y bien. Deidades benevolentes, como los ángeles, y maliciosas, como los demonios. ¿Alguna mitología conocida, por ejemplo, griega? Esta historia contrae muchos misterios, más de los que tengo en mi vida y quienes están conmigo. Esa parte de nuestros antepasados ha de ser fundamental. Con ello entenderíamos lo que nos hace falta. Pero, siendo franca, no es el momento indicado para resolver aquello. Habrá otra circunstancia adecuada.Paseo las pupilas, como la mayoría del tiempo, en el centro del salón. En mi cabeza sigue fre
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Capítulo XLVI
Retrocedo pasmada y no tardo en ponerme de pie. —¿Qué? Asiente de nuevo para darle ahínco a su respuesta. —De ahí el rencor, Red. Tu padre fue un espléndido cazador, uno de los mejores por su ascendencia, su linaje. Él proviene de una familia que solo se dedicó a darle muerte a los vampiros. Fue entrenado desde muy joven en las artes del asesinato. Culminó sus entrenamientos y casi a inicios de su carrera se encontró con Gabriel Lébedev cerca de su hogar metiendo las narices en donde no debía. Tuvieron una larga lucha. Tu tío estaba tan seguro de ganar que dejó su punto débil al descubierto con tanta facilidad que tu padre aprovechó eso para someterlo. Sin embargo, antes de desnucarlo, algo le hizo negar esa acción. No sé el qué, pero lo dejó libre, con la respiración agitada y lleno de heridas graves y leves. Tal vez fue empatía. Algo más lo incitó a tomar otra decisión. —Se frota las manos igual de pensativo que yo—. Fue un grave error. —¿Por qué —t
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Capítulo XLVII
Me reclino contra el inodoro, vomito todo lo que puedo y gimoteo. Mi estómago se vuelve a remover. Me echo en la pared de porcelana sentada de medio lado con una picazón debajo del cuerpo y los ojos en el techo. Calculo el tiempo; falta poco para poder marcharnos.Luego del ajetreo vino la calma. Se comunicó al público interesado —nada nerviosos, eran más fingidos que mis actos— que fue una sorpresa hecha para advertirles qué tan influyentes y poderosos podían ser, pues los hicieron pegar brincos y amilanarse, así como iban a hacer con la población humana. Buen marketing. Río. Pero sé que buscan respuestas en cualquier rincón que puedan allanar y lastimosamente me podrán ubicar en uno.Después siguieron con lo programado como si nada hubiese pasado.En un estado de ánimo fatal, me sumí en un cansancio que no esperaba hasta caer aquí
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Capítulo XLVIII
Zelig aguarda por mí al lado de Arsen. Al frente de él, el malnacido ríe con una copa rojiza agarrada con fuerza a la altura de su pecho. Lo escudriño. Sé que a mis espaldas viene la rubia cabizbaja y nerviosa con el entendimiento en sus rasgos. Al sentirnos, los tres se giran en nuestra dirección. Bajo el mentón, entrelazo los dedos y me quedo quieta, como si nada hubiese pasado. La muchacha hace lo mismo. No me dirige la atención, pero de alguna manera tengo el conocimiento pleno de que desea decirme algo.Siento el interés de dos vampiros, el de mi tío incestuoso y el del castaño.—¿Por qué tanta la tardanza?—Nos pusimos a charlas —contesta la rubia.Me estremezco.—Anabeth, querida, nuestro invitado está apurado por irse.El ruido de su palma impactándose contra la mejilla de su bella sirvienta me hace subir l
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Capítulo XLIX
El olor de los frondosos árboles y arbustos arrebata el aroma de ciudad que prevalecía bajo mis fosas nasales. Dejo la calidez del automóvil para recibir la brisa helada del bosque con los ojos cerrados y una pequeña sonrisa. Al mismo tiempo, Vukmir ayuda a Zelig en descargar el poco equipaje. Quiero deshacerme de este vestido en cuanto antes.—Bienvenidos a casa.Aún sonriente lo veo; las canas en su enmarañado cabello son más evidentes gracias a los tenues rayos del sol. La vejez en él contiene muchas memorias que deberían ser compartidas. Me examina también con una pequeña encantadora mueca.—Hasta aquí llega tu medio consejero —bufonea. Dejo que su brazo se apoye en mis hombros—. Sé que en algún momento nos volveremos a ver.Asiento, pero el pesimismo me golpea.Ojalá el destino lo mantenga bien. 
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