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Todos los capítulos de Inmensurable : Capítulo 11 - Capítulo 20
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10. Diferencias
  Julieta se quedó en silencio. “Te quiero”. El eco de las palabras resonó entre ambos. El mundo pareció quedarse quieto durante esos instantes que ambos cruzaron miradas. Ella no respondió, paralizada. Tres meses llevaban ya, y por lo tanto el demostrar sus sentimientos de ese modo no le pareció apresurado al chico. Pero tal parecía que Julieta no opinaba lo mismo. Las manos se juntaron con fuerza durante un segundo… y entonces se soltaron. Las dudas y el ramalazo de inseguridad que sintió Emilio antes por su borrachera volvieron, pero esta vez enfocándose en lo distinto que resultó al momento a como se lo imagino. ¿Qué culpa era que sus sentimientos le hiciesen decir lo que sentía? Tragando saliva, miró a su novia, quién parecía tan expectante como él. —Me quieres —respondió ella por fin, atravesando con sus palabras un silencio que ya era tan tenso como el hielo, rodeándolos a ambos—. ¿Para qué? Antes de ese momento, Emilio se hubiera
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11: Julieta
Esa mañana, Julieta se levantó de mal humor. Saludó a su madre, comió el sencillo desayuno, se vistió y se miró al espejo esperando encontrar una sonrisa, pero no fue así. Se miró las facciones… y recordó que él le decía que tenía los “labios de durazno”. La primera vez que lo escuchó le pareció estúpido, pero ahora un ramalazo de ternura le llenó el pecho al recordarlo. Suspiró y terminó de alistarse. Salió de casa pensativa; se subió al bus con una expresión de pocos amigos. Miró por la ventana las calles y a las personas; nada fue capaz de cambiar su carácter. Aunque no era culpa, ni de su familia, ni de sus amigos ni del mundo, esa mañana, esa precisa mañana, se sentía molesta. ¿Por qué? Cabía preguntarse. ¿Por qué? Quisiera también saber ella. No lo supo, no lo sabría, no le interesaba descubrirlo. Tal vez, solo tal vez, se debía al hecho de que gracias a Emilio Cartagena, su “novio”, había obtenido una nota de cinco en una prueba importante. Una gota más al reb
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12: Emilio
—¿Has tomado?Emilio sintió un escalofrío al escuchar esas palabras. —No, —respondió rápidamente—. ¿Por qué?—Porqué… no lo sé. Pero creo que has tomado.<<A ti que te importa>> dijo una voz en su mente. <<Cállate tonto hijueputa>> respondió otra.—Tal vez lo hice por ti.—Esa no es excusa.—Es una razón.Ella se movió a su alrededor, como niebla que se desvanecía al paso del viento. Su cabello flotaba y sus labios parecían demasiado rojos, como cubiertos de sangre. Su presencia femenina parecía llenar el mundo, que parecía oscuro y desprovisto de más vida más que la de ambos. El cielo era azul, pero un azul enfermo, grisáceo, un indicativo de su estado mental en esos momentos.—Me gustaría
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13: Recuerdos
Era un día lluvioso, de una semana triste, hace una década. Emilio era apenas poco más que un niño. Julieta, Marco, los amigos de su barrio, el instituto, el curso de inglés, la relación que le traería buenos y malos momentos, más buenos que malos, todo estaba lejos en el futuro, en otro tiempo mucho más allá. Por el momento, el presente era distinto, desenvolviéndose en un sinfín de injusticias y cuestiones que forjarían el carácter del chico de un modo distinto, un modo que influiría en su forma de ser con su novia, muchos años después.Emilio vivía en la Argelia con sus padres. Era un niño pequeño y soñador, que jugaba con plastilina y leía libros cada vez menos infantiles. Poco a poco dejaba de ser un niño para convertirse en un puberto y sus deseos y pensamientos cambiaban a medida que lo hacía su cuerpo.
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14: El último día
“Había una vez” escribió en su cuaderno, ansioso de que los demás terminasen el examen final. Miró de reojo como Julieta llenaba los espacios en blanco y después de revisar lo que había hecho una última vez, entregó la prueba y se retiró a su asiento. Ese día la chica vestía un saco gris claro y un jean azul oscuro, que para variar le resultaron atractivos. Él en su lugar vestía un jean negro y una chompa del mismo color. Nunca variaba su vestimenta, siempre en los rangos entre oscuro y más oscuro. En eso también contrastaba con la chica.Una mirada cruzaron cuando ella levantó el rostro. El segundo que duró fue casi una eternidad y estaba tan cargada de significado que una vez más, Emilio tuvo ganas de que todo terminase. Después del dichoso examen y de que las notas se diesen a los estudiantes, la clase de la profesora Rocío
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15. El poema
Los días del invierno transcurrieron veloces, entre el frío y la constante de que llovería ese día pero que el anterior. La gente de Quito se refugió en sus casas cuando el temporal así lo ameritaba, reparó canaletas dañadas, lidió con granizo y con lluvia torrencial, con ríos de agua que no se terminaban de ir porque los sifones estaban tapadas de basura que ellos mismo arrojaron. Los padres advirtieron en vano a sus hijos que no jugaron en el agua y luego les pusieron mentol en el pecho cuando estos enfermaron, los trabajadores salían a sus jornadas cubiertos con ponchos gruesos y el viento de las noches provocó estremecimientos en más de uno.En los barrios altos de la ciudad, donde la vida era más simple y a la vez más compleja, las personas miraban como la neblina llegaba en las tardes. De vez en cuando el sol aparecía en el cielo, asomando como un chiquillo tr
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16: Fuego
Un día más de sus improvisadas vacaciones, con su novia lejos, sus amigos chuchaqui y una dejadez preocupante, Emilio miraba el techo de su habitación, como un idiota. Releyó los mensajes que envió a su novia, suspiró y sonrió mientras se entristecía, en una ironía que solo podía ser causada por el amor naciente en su pecho. ¿Cuántos días habían transcurrido desde la última vez que vio a Julieta? Demasiados, por supuesto, y la soledad ya le cobraba factura.Ni siquiera se había cambiado de pijama. Ese día se encontraba solo en casa, debido a que su madre y hermanas salieron al centro de salud, por lo que el silencio era su fiel compañero y los pálidos rayos de sol le tocaban el rostro sin provocar calidez. La computadora mostraba una pantalla negra y si bien Emilio quiso acercarse, prenderla y distraerse viendo vídeos, estaba muy lejos.Leer más
18: El campo
“En el mar, la vida es más sabrosa”. Así rezaba el viejo y popular dicho.Julieta hubiera considerado esto también, pero para su pesar, no conocía ni la playa, ni el mar, ni la inmensa masa de agua que a todos tanto les gustaba. Algún día, se repitió. Por el momento y por lo que a ella le concernía, la vida era más sabrosa en el campo, el extenso y tranquilo campo, hogar de sus abuelos y dueño de una paz que tranquilizaba su corazón.Perezosa, estiró los brazos y miró hacia el horizonte, un eterno y verde horizonte. El cielo era azul claro, y los campos de hierba se extendían por montes y laderas que existían desde los albores del tiempo. Las pocas casas tenían un estilo antiguo característico de esos lares, una sencillez que resultaba compleja y una belleza contrastante con las casas de la ciudad. Caminos de tierra con plantas y a
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19: Un pequeño interludio
No les tomó mucho tiempo concretar su cita.Emilio recibió un par de mensajes, los respondió feliz y envió unas cuantas opciones a Julieta. Ella eligió, ambos hablaron, discutieron amistosamente y después bromearon con verse y con darse un beso que dure una eternidad. Hablaron durante un par de horas y su salida quedó concretado el sábado de esa semana. Las clases transcurrieron, los días se sucedieron uno tras otro, mientras las ilusiones de estar con su pareja llenaba el corazón de ambos. Cuando llegó el viernes Emilio estaba a punto de ir hacia el norte, ansioso por ya mirarla. La foto de perfil de ella fue revisada una y mil veces, el anhelo de sus labios le arrancó mil suspiros. El bicentenario, el lugar que los conoció como novios, fue el indicado para recibirlos una vez más.Ambos despertaron con ánimo, se ducharon y desayunaron una sencilla comida. Salieron
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20: El detalle
En los seis meses me hallo a mí mismo, Habiendo comenzado una innombrable locura… Me embelese con tus ojitos que miran y encuentran, Enamorándome poco a poco de tu alma tan pura.   <<Me quedó medio medio bonito>>, pensó, pasando sus dedos por el teclado usado, mientras con la vista repasaba cada una de las palabras. Rimaba, le gustaba, y le pareció adecuado para lo que tenía en mente. Estiró las piernas, los brazos, movió la cabeza para activar los músculos y aspiró el aroma cautivante del café hirviendo, proveniente desde una taza colocada en su mesa, sonre un pequeño plato. Cuando tragó el caliente brebaje disfrutó del calor que le transfería la porcelana y se alegró de poder disfrutar de un manjar como el café, escribiendo unos cuantos y con el ruido de la lluvia fuera de su casa. Llovía a cántaros, por lo que la música romántica que había puesto para amenizar la tarde apenas y se dejaba
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