Veo que los ojos de Luciano destellan furia al observar mi rostro golpeado, pero yo no siento dolor. Ahora lo último que quiero es que se forme una guerra entre Luciano y Fernando. Bueno, en realidad, ya hay una, pero no quiero que se maten justo en este momento.—Cálmate, Luciano, vámonos ya —le suplico.—No, le partiré la cara a ese hijo de puta.—Por Dios, ya le dejé claras las cosas. Ahora vámonos, no quiero estar más aquí —le insisto, y él solo suelta un bufido.—Está bien, vamos.Me subo al auto y, antes de que él lo haga, les dice a los muchachos:—Luego hablaré con ustedes.Se sube al auto y arranca. Sé que está tenso, pero no quiero que despida a los chicos. Solo hicieron lo que yo les pedí.—¿Los vas a despedir?—Yo no despido, Angélica.¡Ay, no! Los matará.—No los mates, ellos no hicieron nada. Solo cumplieron con lo que les pedí, aunque no estaban de acuerdo.—Vámonos antes de que me arrepienta. Pero ya vendrá la mía.Cuando pienso que todo se ha terminado, veo salir a Fer
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