«Rhiannon… ¡Rhiannon!», la llamada de Raksha la hizo despertar de un tirón, sentándose en la cama y mirando alrededor, desorientada. «Rhiannon…»«¡No me hables!», replicó la muchacha con rabia mientras se levantaba.Recorrió la habitación en la que estaba. Podía ver el océano a través de las paredes de cristal de más de diez centímetros de ancho, pero el brillo platinado de los vidrios dejaba bastante claro con qué estaba mezclado el cristal. Lo golpeó varias veces, lo golpeó con furia, con desesperación, con amargura, pero un lobo no podría atravesarlo.«Pudimos escapar, ¡a esta hora seríamos libres…!», le gritó a Raksha, llena de frustración.«¡No podía dejar que lo lastimaran, Rhiannon, viste a su lobo&
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