Arizona, Estados Unidos de América, año 1890 DC. Una boda se realizaba en una vieja iglesia rural ubicada en un pueblo fronterizo con México. La localidad era una pequeña excusa de pueblo consistente en edificios viejos y carcomidos, carentes de pintura y cubiertos por capas de polvo. El mejor conservado era la capilla católica cuya punta tenía una oxidada cruz que dibujaba una sombra torcida en el suelo producto de la luz solar. Una sola calle de tierra recorrida por arbustos rodantes conectaba la iglesia con la entrada del pueblo, franqueada por los edificios ruinosos. Un nutrido grupo de jinetes que provenía del fiero desierto, dibujaron sus siluetas en el horizonte conforme se aproximaban al lugar. Eran diez, encabezados por una figura sombría. El que cabalgaba más al frente era un hombre vestido todo de negro, con una larga gabardina, un sombrero vaquero, botas, guantes y con anteojos oscuros. A su derecha cabalgaba un sujeto extremadamente
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