CAPÍTULO 26. DECISIONES EQUIVOCADAS
Liuggi salió de la oficina muy molesto. Subió al auto sin siquiera despedirse de los hombres de seguridad, estaba indignado con Lisbani, era una necia, ni siquiera lo había dejado expresarse, él como un idiota intentando reconocer esos sentimientos por tanto tiempo guardado, pero mejor así, allí se quedarían esas estúpidas emociones, guardadas en lo más profundo del corazón. No pensaba hacer uso de ellos nunca más los mantendría en el olvido, así estaría protegido, no quería sufrir por amor como los otros. Quizás eso no significaba nada, mientras no los pronunciara a viva voz, no existían y debía tenerlo claro. “Si seguro, dejando de hablar de un tema deja de existir, cada quien merece aquello que busca, no diré más nada, trataré de mantenerme al margen sin decirte lo bueno y lo malo, o tal vez cambiar de estrategia, porque siempre haces lo contrario a mis consejos, creo estoy de adorno, llegará un día cuando quieras buscarme para
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