Los labios de la sabiduría permanecen cerrados, excepto para el oído capaz de comprender.El Kybalion Alejandría, Egipto. Mi esposo, el Rey Ptolomeo XII, nunca fue muy popular entre los egipcios. Aún lo recuerdo embriagado de vino y hartándose morbosamente de los mejores manjares, rodeado de sus amigotes en los festines que organizaba mientras el pueblo desfallecía asolado por hambrunas. Ptolomeo era griego, como habían sido todos sus ancestros remontándose hasta la conquista de Alejandro Magno, su piel blanca contrastaba con la piel oscura de sus súbditos egipcios y no hablaba una palabra de egipcio, ni tuvo nunca el menor interés en mezclarse con la cultura de este pueblo al que desdeñaba como bárbaros del desierto. Esto lo hacia tremendamente impopular y se mantenía en el poder gracias a sus amigos romanos que s
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