CYDILERCuando visitaba este lugar la sentía más cerca de mí, como si en cualquier momento pudiese venir a hablarme y darme todas las respuestas que yo necesito. Muchas veces intenté decirle mis suposiciones a Teresa y a Hero, mis fieles cuidadores desde que tengo memoria; pero de nada servía. Ellos seguían sin creerme.Como cada año, tomé asiento en medio del templo, cerré mis ojos dejando escapar el aire de forma lenta y dije su nombre en un pequeño susurro que me permitiera tener, de alguna forma, su alma junto a mí.– Abre los ojos, chica. – habló una voz a lo lejos, difuminándose con el eco de las paredes.
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