XVII. UN CORAZÓN DESEOSO
En unos cuantos meses, la relación entre mi hermano y yo no logró hacer gran avance. Hasta cierto punto, creo que ambos nos sentíamos indignos del amor del otro. Y no era para menos, yo casi le había matado y él había jugado conmigo. Pero seguíamos siendo hermanos, seguíamos teniendo el mismo techo, seguíamos siendo iguales, lo que nos permitió llegar y retirarnos en el momento justo cada vez, para no romper la resquebrajada relación en que nos encontrábamos. Y no es que fuera bueno que las cosas fueran como siempre, pero al menos no era malo y eso parecía ser suficiente. La relación con Señor fue algo que sí cambió, poco a poco se transformó en algo que, hasta cierto punto, parecía algo prometedor. Él se había tornado atento y cariñoso, incluso hablaba conmigo de sus problemas, al punto de parecer padre e hija. Deduje que mi cambio de actitud hacia él era lo que lo motivó a ser diferente conmigo y, aunque en un principio no me creía tanta belleza, al
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