Era una típica tarde de viernes en plena época de cuarentena. Juan Pablo Urrutia, profesor de matemáticas y soltero recién pasado los treinta, acababa de culminar su labor docente del año reprobando a quince de treinta alumnos posibles. Lo hizo sin nada de remordimientos, tras considerar que aquellos adolescentes de colegio municipal no sabían nada de nada e iban a andar perdidos durante el próximo curso, por lo que a la práctica, según él, poco menos que les hacía un favor haciéndolos repetir de nivel. No le importaba lo que dijera el director del colegio, quien prefería la mano blanda, puesto que así, con los alumnos aprobados por unanimidad, las subvenciones que le otorgaba el estado eran mucho más elevadas. Además de casi no representar su edad, Juan Pablo era delgado excepto por sus brazos, quienes lucían firmes, así de manera natural. También tenía el cuello un poco largo, su estatura casi alcanzaba el metro ochenta y pese a que trabajaba en
Leer más