Nuevamente me encuentro en el cementerio, un lugar ya tan recurrente para mí, que mi pecho se oprime ante la pérdida que estoy afrontando en este momento, bajo la mirada y observo la rosa blanca que sostengo en mi mano, mientras siento como una lágrima traicionera escapa de mi ojo, con la misma mano que sostengo la rosa me apresuro a limpiarla, dado que sé que a la persona que ahora despido no le gustaría verme en ese estado.Después de cinco largo años Giuseppe Lombardi, se despidió de nosotros para reencontrarse con su hijo, a quien ha añorado después de todos estos años y si no fuese porqué mi madre se convirtió como en una hija para él, la tristeza que se decía lo embargaba hubiese acabado con él antes de tiempo.Observo a mi alrededor y tanto mi madre como mis hermanas están destrozadas ante su pérdida, pero sé que también se encuentran tranquilas de haber estado para con él en sus últimos días de vida. A mi lado, tomándome de la mano como siempre lo ha hecho hasta ahora se encue
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