—Necesitamos perdonarnos muchas cosas.—Y juntos no podremos… Así pactamos nuestro divorcio hace veinte años, tras vivir dos meses separados. En mi garganta aún reposa el recuerdo de aquél cognac barato mezclado con coca cola caliente, y esa imperiosa necesidad de saber de ti y averiguar cómo la estabas pasando. Mi interés fue genuino; no así la prioridad. En el fondo, ahora sé, ganaban las ganas de escucharte una vez más.Fui valiente (o idiota), al no dejarme llevar por tu propuesta. En tu conciencia quedará haber hecho un último intento por rescatar lo nuestro. En la mía, en cambio, el debate entre la culpa y el orgullo por atender a la razón e ignorar al corazón.Podría describir la muerte de Luz como un infierno, incluyendo los cinco años que le precediero
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