Después de una maravillosa tarde en casa de la familia de Martín, regresamos a la nuestra. Sí, a la nuestra. Es un poco difícil para mi todavía decir “nuestra casa” pero como van las cosas supongo que pronto me acostumbraré. Bajamos de la van, entramos a la casa y suspiro. No sé si lo hago porque estoy cansada o porque hoy me la pasé tan genial que no sé como describirlo. Después de caminar entre mis cajas y buscar entre mis maletas uno de mis camisones, cambiarme, asearme y ponerme lista para dormir, salgo del baño y veo a Martín recostada sobre la cama listo para dormir. La imagen, aunque varias veces la he visto cuando me quedo con él, se me hace rara, porque ahora sí no hay vuelta atrás, no hay otra casa donde tenga regresar mañana, esta es mi casa y al ver la imagen de ese chico guapo y gallardo, sé que tomé la mejor
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