No puedo detallar con exactitud cuánto llevo caminando, pero lo que sí sé es que, si volteo, no lograré ver la carretera. Ya no llamaría "avanzar" al movimiento que realizan mis piernas, en los últimos minutos no es más que un arrastre.Rafael camina unos pasos más atrás, siguiéndome con mi mochila colgada de su hombro derecho y el saco de su campera del izquierdo. Tiene los primeros cuatro botones de su camisa celeste desabrochados y las mangas, remangadas desmedidamente hasta sus codos. Su corbata azul oscura no está atada, sino que cae sobre su cuello, como si fuera una bufanda de otoño. Todo eso, sumado al peinado rebelde que se le formó debido a su constante gesto de tocarse el pelo, despeinándolo, le dan un aspecto más informal, diferente a como se lo suele ver todos los días.Emily: ¿Qu&eacut
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