Había esperado pasión desenfrenada, sexo agresivo y el agua de la alberca hirviendo alrededor de los dos, pero nada de eso sucedió. Fabio detuvo la mirada por algunos segundos en aquellos ojos y tomó una decisión crucial: no podía cambiarla, Valentina sería siempre una bruja, pero no le había puesto una daga en el cuello.
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